El cráter

Tenemos un cráter en Marte porque su descubridor, el científico Jim Rife, quiso honrar así las raíces de sus bisabuelos que procedían de Calahorra desde donde emigraron a los Estados Unidos. Puede que el AVE llegue antes a ese agujero naranja que a nuestra vieja región, y por el momento la NASA ya ha mandado hacia el planeta otra misión espacial. La nave posará sus patas metálicas en esa roca del cielo y allí desplegara sus instrumentos y sus ruedas un vehículo marciano para hacer experimentos.

Un cráter, en sí, no es nada, es un hueco en el terreno, un vacío en el espacio de los que hablaba Chillida, pero resulta muy bueno ponerle nombre a la nada. Hay vacíos portentosos, como la bola invisible que alberga el Panteón de Roma; el prodigio es el espacio, no los muros que rodean esa esfera invisible a la que baña la luz. En Marte hay un cráter con nombre de nuestra tierra, y hay otro en el norte de España, La Rioja, un territorio olvidado que lleva décadas en un pozo y en lugar de salir fuera nos hacen seguir cavando. El declive es incesante y lo vemos impasibles, igual que el corzo en el centro de la carretera mira con sus ojos gigantescos a los focos del camión que se le viene encima. Ha habido épocas mejores, pero como escribe Ray Loriga al comienzo de su libro 'Decepción', «en ese otro tiempo disfrutamos de lo que entonces pensábamos que iba a ser nuestro para siempre». La misión de la NASA hacia el cráter Calahorra se llama 'Perseverance', y parece un mensaje irónico para los que aún aguantamos en este otro agujero.