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La decisión de la mayoría de la Mesa del Parlamento catalán de apartar de la presidencia a la líder de Junts, Laura Borràs, en aplicación de lo que establece el reglamento para cargos públicos enjuiciados por presunta corrupción permite variadas interpretaciones políticas. Lecturas que van ... del riesgo de ruptura que se cierne sobre el Govern a la rotundidad del paso dado por Esquerra de la mano del PSC y la CUP frente a sus socios posconvergentes, pasando por la factura interna que el atrincheramiento retórico de Borràs pueda suponer en las filas de su propio partido, donde su obcecación no ha cosechado unanimidades. Pero con ser relevantes –y potencialmente mucho si se agrietara el Gobierno de Pere Aragonès–, las consecuencias del 'caso Borràs' no pueden desviar la atención de la gravedad que supone para el conjunto del sistema democrático que uno de sus representantes se encastille en su cargo cuando pesan sobre su persona sospechas tan tasadas de irregularidades como para ir a juicio. De ahí que resulte elocuente que Aragonès haya exigido a Borràs que no se envuelva en la bandera de la independencia cuando esta ha venido sirviendo de excusa para no pocos ilícitos jurídicos y excesos políticos.

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