Digámoslo con tanta claridad como pesar: este sí es país para chorizos. No digo que todos lo seamos, pero sí que los hay a porrillo (tranquilo, usted ya sé que no). Tampoco son todos iguales: los hay chistorrillas, choricillos, de sarta, culares y Grandes Chorizos ... . Si el término coloquial les parece fuerte, sustituyámoslo por otros más correctos: ladronzuelos, defraudadores domésticos, cobradores/pagadores en B y grandes evasores fiscales. En este país de pícaros, tramposos y burladores de impuestos, del rey abajo, muchísimos, y si otros no trincan o no pagan lo que deben, que viene a ser lo mismo, es porque no pueden. Datos que lo avalan: la economía sumergida birla al Estado 270.000 millones anuales, el 25% del PIB, el coste de la Sanidad de tres años y medio, y el fraude fiscal alcanza los 91.600 millones entre impuestos evadidos y cuotas defraudadas a la Seguridad Social.

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Pero, si algo no tolera el pequeño trincón privado, ese que presume de «ahorrarse» el IVA en la chapuza de turno, es que los grandes mangantes, valiéndose de su cargo público o de su posición social, se lo lleven crudo y a mansalva. La indignación popular será mayor si el botín no proviene de terceros privados, como la constructora que unta al concejal de urbanismo o la empresa que financia la sede del partido con comisiones a cambio de concesiones, sino directamente del erario público, es decir, de los impuestos que los contribuyentes al final no han tenido más tutía que apoquinar.

Ahora bien, junto a esta corrupción punible, hay otra modalidad más sutil de sustracción de pasta pública, no reconocida como delictiva sino perfectamente legal: el gasto de los gobiernos en ministerios (23 de Sánchez frente a los 13 del presunto corrupto oficial Rajoy), consejerías, direcciones generales u observatorios innecesarios para colocar a los suyos y pagar apoyos de otros, en un ejército de asesores nombrados a dedo ya que, al parecer, entre millones de funcionarios de carrera no hay quién sepa de qué va el tema, y en rescates de empresas ruinosas y subvenciones a entidades tan innecesarias como ideológicamente afines al generoso pagador con el dinero de todos.

Siempre se ha hecho, sí, pero nunca con tanta desvergüenza como ahora. y, valga un doble ejemplo de amiguismo descarado: Sánchez hizo a su íntimo Iñaki Carnicero director general de Agencia Urbana y Arquitectura del Ministerio de Ábalos (90.000 anuales) y, por si fuera poco, a su señora, Lorena del Río, directora de Gestión Inmobiliaria de la Sociedad Mercantil Estatal de Gestión Inmobiliaria de Patrimonio, dependiente del Ministerio de Marisu Montero (80.000). El afortunado matrimonio creó en su día un estudio privado de arquitectura llamado RICA. No es coña.

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