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Puffin Books, que edita en Reino Unido la obra universal de Roald Dahl, responde a una semana de críticas a su decisión de introducir cientos de cambios en los libros del escritor británico con el argumento de que «cuidar la imaginación y las mentes en ... rápido desarrollo de los lectores jóvenes es tanto un privilegio como una responsabilidad». A esta intención, cuando menos tan inquietante como la existencia remunerada de «lectores sensibles» prestos a derramar corrección sobre unos textos que han cautivado la imaginación de millones de menores y mayores de todo el mundo, se suma el supuesto propósito de proteger la diversidad frente a un «lenguaje ofensivo». El resultado es uniformidad y censura. Al creador ya fallecido no lo protege precisamente la gestora de sus derechos, que jalea los cambios como «pensados con cuidado». Ni Penguin Ramdon House, a la que pertenece la polémica editorial, ni las compañías que publican a Dahl en España o Francia secundarán a Puffin, que al final ofrecerá los libros originales y las versiones expurgadas para que el mercado «pueda elegir». Una iniciativa tan desgraciada aún empeoraría si, en realidad, solo persiguiera conseguir más ventas..
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