Me quito primero un guante, pellizcándolo con el dedo de la mano contraria y seguidamente lo sostengo dentro del puño de la otra mano enguantada para, con la mano sin guante que no ha tocado nada, coger la llave y poder abrir la puerta de ... casa mientras que con la otra sujeto como puedo las bolsa de la compra y cuando entro en casa hago gancho con el índice de la mano derecha sobre el guante de la mano izquierda para quitármelo...: éste es un confinamiento para prestidigitadores. Que dominan el jugar con el lado intacto o mágico de las manos y de las cosas, sin que se contaminen entre sí y, de resultas, se produzca al final 'el prestigio', que llaman los magos. Les pregunto, por cierto, a unos amigos que viven en lo alto de uno de sus andenes si todavía existe El Espolón, porque desde hace un mes largo, muy largo, ha desaparecido todo en cien metros a La Redonda. ¿Existirá todavía La Redonda? Posiblemente sí: hay una cigüeña que todos los días cruza Logroño en esa dirección justo a la hora de los aplausos. El lunes aplaudían hasta los mirlos, al paso de la cabeza del pelotón: policía, ambulancia y servicio de limpieza. Todos con su parte de maillot amarillo en el uniforme. «¡ÁNIMO VECINOS, SOIS COJONUDOS!», llevaba escrito en una lona sobre su techo el coche patrulla, para que lo leyéramos. Ellos sí que son cojonudos (as). Y por el momento, éste es el Tour a cuya etapa asistimos todos los días. Apasionadamente. Más magia: en la tele el Madrid vuelve a ganar la Copa del Rey del 2013-2014. Pillo el final del partido, en directo. En esa clase de directo en el que ahora vemos y vivimos las cosas, vaya. Con truco. Pero el caso es mantener la ilusión. Y la moral de victoria. Vuelven también, por arte de magia, a nuestras pantallas, Cañas y Barro, de 1978, casi contemporánea, pues, de los Pactos de la Moncloa, y Fortunata y Jacinta. Un amigo mío, cineasta y novelista, calentando para la semana que viene, la del libro, se está empleando a fondo en la lectura. Y ha empezando leyendo novelas con 'y' en medio de su título, que resultan ser las más largas. Se pulió Crimen y Castigo, luego Rojo y Negro y ahora va a por Guerra y Paz. Otro del gremio, José Luis García Sánchez, me comenta que, a su tran tran, está dando con los Episodios Nacionales de Galdós. José Luis tenía planeados en su día unos nuevos Episodios Nacionales con Rafael Azcona, como azarzuelados, como esperpénticos. Empezaron con uno sobre la Marcha Verde. El siguiente sobre el 23-F. No hago, claro, más que pensar qué escribiría Rafael sobre este confinamiento. El nuevo modelo de relación conyugal, por ejemplo. David Trueba me comenta: ya está, él se hace pasar asintomático y se encierra en el dormitorio para así, tras la puerta, ir recuperando el amor de ella. Una nueva versión de El anacoreta. Fernando ('Fernán-Gómez') Tobajas, un San Antonio, un anacoreta laico –él se autodefine así– encerrado por voluntad propia en su cuarto de baño isla celda despacho retiro teatro colmado patria escritorio cráneo confín; enviando mensajes de socorro y de amor en tubos de optalidón a través de la cañerías del inodoro, con destino a una Reina de Saba, a una Annabel Lee, a cualquier sirena del Mediterráneo. La sirena le pregunta: «¿No se aburre?». Tobajas responde: «Mucho. Y cuando me aburro, me aburro a mí mismo. No me aburren los otros». Reaparece, ¡Chantatachán!, Fernando Simón. En la semana de la numerología, la del regateo de cifras de afectados y de notas de corte para aprobar el curso escolar. En la que la leal oposición añade a la distancia social, ya bastante fastidiosa –sobre todo el lunes, que era el día mundial del beso, hoy más robados que nunca–, una distancia calculada, insistiendo en que el principal foco del problema es Sánchez. No es algo nuevo: viene sosteniendo la misma teoría desde muchos meses antes del Covid, que es el virus que ahora nos embarga. No conviene equivocarse de virus. En este país no hacemos un Fuenteoveojuna más que en ripio. Cada cual a su capilla y a su nicho de votos, que ahora suena muy mal, lo de nicho. Al regateo endémico. Este es el Episodio Nacional que nos aburre. Mi mujer, cuando se levanta y yo remoloneo, me comenta el exterior en su reflejo en las ventanas: qué gatos pasean por qué tejado, si ha florecido o no tal o cual árbol de un patio vecino, a qué velocidad pasan las nubes, si hay mucha ropa tendida. La vida alrededor. Todo eso que un gag de Jacques Tati, aparece y desaparece según abre o se cierra una puerta con luna. Así de frágil el espejismo que nos encanta. Y coda: el Óscar, me da por pensar, no es asintomático: por algo debió ganar en febrero Parásitos.

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