Los sensibles progresos registrados en el control de la pandemia en las últimas semanas permiten acercarse con paso firme hacia la normalidad. Un camino recorrido gracias a la exitosa campaña de vacunación, que ya supera el 75% de la población con la pauta completa. A ... diferencia de avances precedentes, acompañados de inmediatas marchas atrás, la extendida inmunización de la ciudadanía parece despejar por fin el horizonte, aunque sería insensato cantar victoria y olvidar las medidas preventivas ante la falsa creencia de que el virus ha desaparecido. Así lo demuestra la reciente avalancha de contagios en cuanto un sector minoritario ha bajado la guardia este verano.
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Las distintas comunidades autónomas han propiciado una dinamización de la vida social con la relajación de las restricciones, consecuente con la caída de la tasa de incidencia y con una apreciable rebaja de la tensión hospitalaria. La ampliación del horario y de los aforos del comercio, la hostelería y las actividades culturales constituye un buen reflejo de la esperanzadora mejoría epidemiológica. Pero, sin duda, la prueba más evidente de ella es la reapertura del ocio nocturno tras un año y medio de cerrojazo que ha puesto al sector contra las cuerdas por la falta de ingresos y ayudas oficiales.
Esas medidas ofrecen un alivio a las actividades afectadas y a quienes disfrutan de ellas, que debe ser correspondido con una actitud responsable. Después de cinco olas, un insufrible coste humano en forma de vidas y una elevada factura económica y social, es de esperar que la progresiva recuperación del pulso ciudadano previo al coronavirus no sea confundida con una supuesta carta blanca para disminuir la protección. La incuestionable eficacia de las vacunas no significa que el virus se haya esfumado, ni mucho menos. Todavía existe y es un peligro; sobre todo, si surgen nuevas variantes para las que no están preparados los sueros administrados a la población. Además, no hay que olvidar que en los países de rentas más bajas la tasa de vacunación no alcanza ni el 2%. Pero el final se encuentra más cerca. La ilusión de recobrar por fin una vida similar a la que alteró tan profundamente la pandemia bien merece un último esfuerzo. La pandemia no solo ha cambiado nuestras vidas hasta ahora: también las condicionará el día de mañana, y del acierto que tengamos al planear el futuro dependerá el éxito frente a nuevas amenazas.
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