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En Barcelona han empezado a implantar el cronómetro en las terrazas de los bares: 30 minutos para tomar una caña y hora y media para comer. «Hay que rentabilizar», dijo un hostelero en televisión. Luego protestan mucho por el arquetipo del catalán rácano y avaricioso, ... pero los tópicos existen porque tienen un sustrato de verdad. Se quieren evitar esas encantadoras escenas de cuadrillas de señoras dando vueltas a la cucharilla del café durante toda la tarde. Las señoras siempre se llevan la peor fama y uno no sabe por qué, si también nosotros lo hemos hecho. Cuando éramos más jóvenes quedábamos los amigos en un bar, pedíamos cada uno nuestra consumición y estábamos horas envueltos en humo y conversaciones. Pasaba la noche y los hielos de esas copas se iban derritiendo en un juguito vidrioso que precipitaba en el fondo de los vasos, como relojes de arena hechos de cubos de hielo cada vez más pequeños, líquidos y quebradizos. Una copa cada uno y varias horas de bar; éramos más atolondrados y ya sabe todo el mundo que la insensatez te obliga siempre a racionar el dinero.

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