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Elegimos quiénes queremos ser, cómo queremos vestir, a qué nos queremos dedicar y cómo es nuestra personalidad. Pero si eres mujer, no es tan sencillo. Nadie entiende por qué, pero el caso es que por el hecho de serlo, muchos se creen en el derecho ... de decidir por ti. Así de sencillo. Debes digerirlo como puedas porque, al parecer, no te queda otra.
No, no quiero que me acompañes a casa. Sí, voy sola por la calle porque me apetece. No, no me he vestido de esta forma para gustarte. Sí, me gusta mi falda así de corta. No, no me siento menos realizada como mujer si no llego a tener hijos. Sí, puedo defenderme sola. No, no tengo novio. Sí, bailo reggaeton y también escucho rock. No, no meto a todos los hombres en el mismo saco. Sí, puedo decidir por mí. No, no te voy a decir dónde voy. Sí, a veces no me depilo. No, no pasa nada. Sí, puedo. No, no necesito tu ayuda. Sí, pienso. Sí, existo. Sí, reclamo. Sí, lucho.
Ni sí, ni no, ni todo lo contrario. Por qué tengo que aclararte las cosas y responder continuamente las mismas preguntas. La violencia de género es un fracaso para la evolución de la sociedad. Es pasar de cero a cien en diez segundos para provocar un dolor innecesario, injustificado y que se marca de por vida debajo de la piel. Que no se vea a simple vista no significa que no exista. Podríamos llamarlo efecto iceberg. La violencia de género es meter la sexta marcha en sentido contrario a todo lo que expresan libertad e igualdad. Debe ser combatida. Pienso hacerlo. Por mi, por ti, por las cincuenta y dos mujeres que han caído este año y por todas las que todavía no le ponen voz a su cruda realidad.
Debe ser combatida porque, de lo contrario, seguiremos encontrándonos en situaciones en las que el valor del cuerpo de las mujeres es menor que el de un cenicero, un bolso o un cubata. Arquetipos vinculados a una figura femenina dependiente, débil y secundaria, desprovista de deseos propios y condenada a satisfacer los de los demás, a costa de su propio gozo. Y, no: yo quiero vivir libre y segura de mi poder. Porque lo tengo. Y a ti te digo: no me lo arrebatarás; nunca.
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