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Contención para evitar lo peor

EDITORIAL ·

El riesgo de una tercera ola depende de nuestros actos y decisiones, que afectan también a la vida y el bienestar de los demás

Martes, 1 de diciembre 2020, 09:42

La reapertura de los bares y el encendido de las luces de Navidad ha incrementado la afluencia hacia las calles más céntricas y comerciales de las ciudades, como si este año fuese distinto a otros por las ganas que tenemos de dejar atrás tantos meses ... de restricciones. También los responsables públicos han transmitido mensajes contradictorios, haciéndose eco del querer ciudadano. Primero, cuando presentaron los confinamientos perimetrales y los cierres de la hostelería como medidas necesarias para hacernos acreedores a una Navidad abierta. Luego cuando, al tiempo de recomendar que la gente limite su actividad fuera de los hogares a lo estrictamente necesario, animan a callejear con cuidado. Ello mientras no acaban de precisar los criterios que deben regir las celebraciones de Navidad sobre el aforo de las reuniones familiares y el horario de los toques de queda. Al tiempo que bares, terrazas y restaurantes recuperan algo de su espacio en la rutina ciudadana. La mejora de los datos epidemiológicos parece soslayar las dificultades que atraviesan el sistema sanitario y sus profesionales, y olvidar la terrible estadística de fallecimientos por COVID-19 en esta segunda ola. El presidente Sánchez reveló el sábado la desconcertante actitud con que se mueven las autoridades, cuando, en un acto de partido, predijo que tras Navidad vendrá «una etapa crítica de la pandemia coincidiendo con las primeras vacunas». El riesgo de una tercera ola está tan al orden del día que muchos ciudadanos se refieren ya a ella con una mezcla de fatalismo y de asunción del castigo a cambio de una Navidad feliz. Tendemos a olvidarnos de que, en esto del coronavirus, nuestras decisiones y nuestros actos de libertad no solo nos afectan a nosotros sino que juegan dramáticamente con la vida y el bienestar de los demás. El puente de la Constitución y de la Inmaculada pondrá a prueba a quienes pueden salir de sus fronteras autonómicas,, pero también a quienes solo pueden dejar sus lindes locales sin abandonar su región, como es el caso de La Rioja. Está contrastado que la movilidad territorial y el hacinamiento callejero extiende la epidemia y reactiva las cadenas de contagio. Sobre todo porque induce un relajamiento absoluto de las prevenciones individuales. Ocurrió en verano y ha sucedido con los anteriores puentes festivos. Hemos vuelto a adelantar la Navidad con el argumento añadido de que esta vez nos la merecemos más que nunca. Es verdad, pero deberíamos celebrarla en diciembre de 2021.

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