Confluencias y confluencios

Podemos e Izquierda Unida concurrirán juntos en La Rioja a las elecciones autonómicas del próximo año. Lo harán, según anticiparon en la sede de IU ( ... los morados siguen sin tener una propia desde la clausura del local que estuvo abierto fugazmente en la calle Lardero de Logroño), siguiendo el faro 'Sumar' que alumbra Yolanda Díaz y con el argumentario preliminar bien aprendido: frente amplio, proceso de escucha, transversalidad, riojanos y riojanas... El proyecto de la ministra de Trabajo se ralentiza, la tirantez con el partido que lideró Pablo Iglesias es cada vez más aguda y la primera experiencia de esta alianza en Andalucía fue un elocuente fracaso, pero en La Rioja importa poco. En su literalidad, la noticia de la confluencia no es noticia. También en el 2019 ambas formaciones compartieron papeleta. Entonces, sin embargo, el proceso de acuerdo fue más abrupto y se oficializó a puertas de las urnas solo unas horas después de que ambas partes declararan aquí entre recelos que la coalición resultaba «inviable». El fin era el mismo que ahora, aunque el contexto y los actores diferentes. IU carecía del protagonismo que ha ganado esta legislatura como socio externo y vital del Gobierno mientras que Podemos, pese a sus perennes turbulencias internas, aún mantenía cierto brillo de marca y el músculo de cuatro diputados. El resultado es conocido: ruptura entre Raquel Romero y Henar Moreno al minuto uno de lograr los dos escaños y una lucha brutal entre la consejera de Igualdad y su cohorte de manchegos con la actual dirección de Arantxa Carrero. Con esos antecedentes, el acuerdo reeditado ahora confirma que las confluencias no van de ideologías ni convicciones, sino de sintonías personales, pacto de puestos en las listas y, sobre todo, reunir votos para superar al umbral mínimo que permite entrar al Parlamento.