La generalización de los confinamientos territoriales, los toques de queda y la restricción de las relaciones sociales permitirá contener la transmisión de la covid, que ayer volvió a batir récords en el conjunto de España. Pero siempre y cuando las administraciones afectadas no dejen resquicios ... a la contradicción y a la gestación de comportamientos sociales adversos. El estado de alarma convalidado y prorrogado por el Congreso ofrece el marco de referencia básico de limitación de derechos y libertades fundamentales. Sin embargo, parece quedarse atrás respecto a las evidencias epidemiológicas que afloran a cada hora y a las carencias que día a día muestran los mecanismos de rastreo y el sistema sanitario en su conjunto.
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La contrapropuesta de Isabel Díaz Ayuso de aplicar el confinamiento perimetral en dos fines de semana en la Comunidad de Madrid puso ayer en un brete al Gobierno, que no tenía otra salida que aceptar la enmienda o sustituir al Ejecutivo regional en la ordenación de un cierre por siete días consecutivos. Solo la anuencia de la inmensa mayoría de los Gobiernos autonómicos ha conseguido interpretar tan excepcional norma de manera razonablemente homogénea. Aunque el estado de alarma podía haberse promulgado con un criterio más unitario e inequívoco cuando ni las competencias de las comunidades ni las diferencias epidemiológicas entre ellas requieren tratamientos que en su diversidad contribuyen a confundir a los ciudadanos.
Los responsables públicos presentan las restricciones en vigor como el recurso ineludible para evitar confinamientos domiciliarios. Un argumento que reiteró ayer el ministro de Sanidad, Salvador Illa, al defender el decreto avalado por el Congreso. Las solas denominaciones de estado de alarma, toque de queda y confinamiento periférico poseen una enorme fuerza disuasoria. Pero la nada velada advertencia de que podrían preceder a un encierro como el de la primavera invita también a los ciudadanos a apurar estos 'días de permiso' previos a una medida que intuyen ineludible. En paralelo, se extiende la convicción de que también lo es el contagio, lo que incita a relajar las medidas de prevención porque sus consecuencias se perciben fortuitas para cada cual. El estado de alarma no lo puede todo; tampoco intervenir en la privacidad domiciliaria. También por eso, Pedro Sánchez no debió ausentarse del pleno de ayer.
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