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En el camino que lleva a la fase 1, en cuyas inexploradas normas se adentrará La Rioja el lunes si el Ministerio no lo impide, la desafección que está evidenciando parte de la ciudadanía hacia el estado de alarma no se corresponde con la gravedad ... de la causa que tan interiorizada parecía. Los cuerpos policiales han advertido de una cierta laxitud hacia la norma con la que se comporta al menos una parte de la sociedad. La parte que sale de sus casas y llena las calles en los tramos horarios permitidos. Cualquiera que observe sin demasiada intención ratificará tales avisos. Es cierto que después de más de 50 días de confinamiento, una ventana de libertad se entiende como una avenida para viajar al 'confiamiento'. Y que la positiva evolución sanitaria alimenta ese optimismo por más llamadas a la sensatez y a la calma que se repitan, como se reiteran ahora en estas mismas líneas. Pero también lo es que la estratificación horaria establecida adolece de cierta falta de lógica por su empeño de poner en la calle en apenas cinco horas (de 6 a 7 y de 22 a 23 no pasea casi nadie) y en circuitos restringidos a miles de personas hambrientas de aire, de paseo y de contacto social, aunque sea lejano; hambrientas de la libertad que llevan echando en falta casi dos meses.
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