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Confiar y verificar es una máxima de la filosofía rusa pero en Occidente se la apropió y puso de moda Ronald Reagan en torno a las negociaciones para el final de la Guerra Fría con la Unión Soviética. Todavía en Washington no se aceptaban las ... buenas intenciones de Gorbachov en las negociaciones para la reducción de los arsenales nucleares y el presidente norteamericano se la repetía en tono irónico en las conferencias de prensa. «Lo dicen ustedes: confiar y verificar». Es decir, nos hemos puesto de acuerdo pero ahora toca comprobar que se cumple.
La frase quedó grabada en muchos titulares de la prensa norteamericana que aún la siguen usando. A mí me ha venido al recuerdo en este momento en que escribo que, ¡por fin!, tenemos Gobierno democrático y constitucional, aunque a muchos les pese y otros no se creen que estas características del nuevo gabinete sean rigurosamente ciertas. Todo se ha hecho en medio de múltiples dificultades, superando muchas zancadillas, pero al final se ha conseguido y, además de aceptarlo como no puede ser de otro modo, se impone darle un margen de confianza, algo que va a costar vencer muchas abundantes resistencias.
Pero es evidente que las dudas generadas por los acuerdos de investidura no se disiparán tan rápido y ahora lo que se impone, siguiendo el proverbio ruso, es confiar en la veracidad de las informaciones y la voluntad de cumplirlas, eso sí, sin dejar de verificar que se están cumpliendo. Verificar el cumplimiento de unos acuerdos, sin embargo, no debería convertirse en una obstrucción sistemática a su aplicación simplemente por ese instinto patriótico de oponerme a todo lo que no sea lo que yo pienso. Un Gobierno para que sea eficaz necesita cierto ámbito de maniobra, aunque sin olvidar nunca que está siendo objeto de vigilancia y supervisión.
Y eso es lo que tiene que hacer la oposición, lo que le concede legitimidad y le aporta una gran importancia en las responsabilidades de Estado y ante la sociedad. El Gobierno de Sánchez emprende un nuevo reto; son muchos problemas difíciles los que le esperan y la oposición tendrá que volcar su esfuerzo en que los resuelva con eficacia y cumpliendo todos los requisitos insoslayables. Los partidos de la oposición que no colaboraron en la investidura del Gobierno tienen ahora que asumir su papel, que tampoco será fácil: verificando, criticando y sin obstruir.
Gracias a esta actitud de los dos regímenes enfrentados tras los pactos de la OTAN y Varsovia y a la eficaz contribución que pusieron en el empeño los dos máximos líderes mundiales del momento, Ronald Reagan y Mijaíl Gorbachov, todos nos vimos liberados de los cuarenta años de pesadilla que suponía el enfrentamiento entre ideologías irreconciliables siempre bajo la amenaza del estallido de un enfrentamiento nuclear.
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