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Por caprichos del destino o de la aritmética política, el auténtico poder de La Rioja reside hoy en la mesa del Parlamento, donde tienen su asiento el (en teoría) jefe de la oposición y la mano que (de hecho) mece la cuna del Palacete: la ... diputada Henar Moreno, quien tantas veces parece que hubiera preferido ocupar su escaño como diputada rasa, habida cuenta su propensión a abandonar el perfil institucional que merece el cargo que ocupa cuando jalea cada intervención de sus socios de Gobierno. Sobre todo, si alguien durante el pleno pronuncia la palabra mágica. La palabra Vox. La ultraderecha que no está en el Parlamento inquieta más a parte de sus miembros que la ultraizquierda que sí se sienta tanto en el Legislativo como en el Ejecutivo. Misterios de la X Legislatura.
En las elecciones de mayo, Izquierda Unida, en cuyas filas milita Moreno, concurrió aliada con Unidas Podemos. La coalición obtuvo cerca de 11.000 votos. Suponiendo, siendo tal vez muy generosos, que la mitad de esas papeletas se pudieran endosar a título personal bien a Moreno, bien a sus siglas, da como resultado un total de apenas cinco mil riojanos a quienes la presente correlación de fuerzas ha convertido en ciudadanos de primera categoría. Los que apoyaron por el contrario a las fuerzas que sí son mayoritarias son de segunda: se ignora si también los 63.000 votantes del PSOE, fuerza ganadora de aquellas autonómicas, están a gusto viéndose marginados. Y qué opinarán sobre que el debate en torno a los conciertos educativos (cuya posible eliminación tanto recuerda al Apocalipsis cuando truenan desde el atril los portavoces del PP y de Ciudadanos) haya adquirido tanta relevancia como para colonizar la agenda política.
Aunque pronto se despejará esa duda. Será cuando también la política parlamentaria se profesionalice en La Rioja. Cuando se instaure entre nosotros el paraíso obligatorio y podamos medir el rigor con que se emplean en sus labores sus señorías. Cuando haya en el Parlamento reloj de fichar, visitas de la Inspección de Trabajo y despido de la vigente flota de asesores, por cuanto ya no serán necesarios sus servicios: sus profesionalizadas señorías cubrirán por su cuenta lo que ahora delegan. Será cuando sepamos a cuánto sale el retorno de la inversión para tranquilidad del contribuyente sobre el destino de sus derramas y cuando se implanten las normas que ya están tardando para calibrar la calidad del desempeño parlamentario, no sin antes examinar las capacidades con que concurren a sus empleos.
En ese futuro edénico, fotógrafos y cámaras acreditados ante el Parlamento podrán volver a hacer su trabajo sin otro límite que el de (precisamente) su propia profesionalidad y así la opinión pública conocerá si sus representantes dedican los plenos a cotillear por el móvil, elegir hotel para sus vacaciones o billete para sus vuelos. O si pudiera darse el caso de que hubiera parlamentarios que dedicaran ese mismo tiempo a entretenerse anotando en sus libretas cordiales insultos dirigidos a quienes comparten coalición de Gobierno, aprovechando que la receptora de sus dardos no puede enterarse.
Pero ese mañana esplendoroso deberá esperar. Nos queda mientras tanto el presente, tan prosaico, como este pleno de este jueves que al menos sirvió al portavoz del PP para esquivar su tendencia a manipular el diario de sesiones y retorcer la realidad para que se ajuste a sus prejuicios, mientras continúa hurtando junto a sus pares la respuesta clave a la pregunta que sobrevoló el orden del día: qué tienen que ver las ayudas económicas a los colegios concertados con la libertad educativa. Un enigma que tampoco despejaron el resto de participantes en el debate, que prefirieron intervenir provistos de sus respectivas anteojeras ideológicas para ponerle el lazo a otra de estas sesiones tan habituales en el Legislativo regional: las que llevan a preguntarse desde la tribuna de prensa sobre su verdadera utilidad.
Pero sus señorías deben apresurarse: los buenos tiempos se acaban. En cuanto se profesionalicen los diputados que aún no lo son, será el presidente del Parlamento quien vete esa clase de conductas tan amateurs. Quien ponga orden en este concierto tan desafinado.
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