Comunidad

La cultura occidental es la cima de la arquitectura moral del ser humano, y siempre ha observado con espanto y aversión al que hace sufrir a un menor. Los griegos y los romanos, cuna de esta civilización agonizante, acusaban a Cartago del peor de los delitos para desprestigiarlos: infanticidio. No hay atrocidad peor que la que se dirige contra los niños porque cercena la infancia, el único tiempo de la vida en el que uno puede ser completamente feliz.

En los cientos de vecinos que rodearon esa noche la salida del garaje no había morbo, sino una rabia animal y fraternal a la vez; ahí estábamos todos gritando al cielo y apretando los puños. A veces se producen esos estados de ánimo colectivos; se va a alimentando una especie de electricidad hasta condensar un clima emocional que comparte todo un pueblo, y la palabra Comunidad se despoja de su sentido político y administrativo para encarnarse de nuevo en su puro significado, el que los anglosajones suelen aplicar al término. A la mañana siguiente la gente fue a dejar flores y peluches al parque Entre Ríos. La lluvia mojaba esos columpios vacíos y no había forma de sujetarse por dentro.

No hay consuelo para los padres de Álex ni abrazo que les conforte, pero es bueno que sepan que estos días hemos sido su familia porque su hijo ha sido también nuestro hijo y nuestro nieto, nuestro sobrino y nuestro hermano pequeño. Hemos estado sin dormir bien, dándole vueltas a todo y mirando a los pequeños de casa con otros ojos tras comprender que el mal, en toda su dimensión, era real y estaba cerca.