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Supongo que a causa de la degeneración neuronal que trae consigo el paso de los años, cada vez tengo un nivel más bajo de comprensión, de ahí que no alcance a comprender ni la mitad de las cosas que antes creía comprender, por incomprensibles que ... fueran.
Tras haber aplicado la sociedad mundial una especie de amnesia colectiva al coronavirus –a pesar de que la tasa de incidencia sigue siendo alarmante–, ha venido nuestro antepasado el mono con su viruela para avisarnos de que esto de las plagas víricas va a ser menos una excepción que una costumbre. Imagino que por tratarse de un simple mono, se optó en un principio por quitar importancia a su viruela, de igual modo que algunos se la quitaron en su momento al coronavirus, empezando por el añorado doctor Simón, que no era precisamente uno de esos médicos negacionistas que animaron Youtube con sus pintorescas teorías conspiranoicas, sino el director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias del Ministerio de Sanidad, que se dice pronto… o no tan pronto, ya que el título es largo. Comoquiera que estamos en temporada turística, da la impresión de que hemos dejado al mono en una jaula y su viruela en una probeta, lo que no quita que el yo astral del mono deambule ya por todo el mundo. Es lo que hemos aprendido de la pandemia de covid-19: que siempre será mejor curar que prevenir.
Y ahora vienen los aspectos incomprensibles del asunto, al menos para mí, que de ciencia médica sé menos no ya que un mono, sino que una simple ameba. Bien. La ministra de Sanidad se apresuró a aclarar que la viruela del mono no es una enfermedad de transmisión sexual, a pesar de que está transmitiéndose de manera predominante por vía sexual, lo que viene a ser como decir que el asma no es una enfermedad respiratoria, salvo que te empeñes en respirar. No paró ahí. «Es un virus, por tanto no es una enfermedad de transmisión sexual», aseveró la ministra, licenciada en Derecho, y se pregunta uno, desde la ignorancia: ¿no es también un virus el VIH? Por su parte, la Organización Mundial de la Salud, en vista de que el 98% de los casos registrados se han dado entre varones homosexuales, recomendó que se limitasen las relaciones sexuales en ese colectivo, a lo que el colectivo en cuestión respondió de manera airada, al sentirse estigmatizado y considerarlo un aviso paternalista y atentatorio contra la libertad de ejercer la promiscuidad.
En fin, lo que les decía al principio: que ya no comprendo ni la mitad de las cosas que antes comprendía, incluidas –ay– las incomprensibles.
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