El horror de la guerra desatada por el régimen de Vladímir Putin contra Ucrania ha mostrado desde el primer momento que la amenaza afecta directamente a las sociedades abiertas de Europa y al mundo que vive o aspira a la libertad. Ciudadanos y empresas deben ... comprender que la dignidad humana y la seguridad de los países ha de prevalecer sobre los resultados económicos o el bienestar material. Porque de ello depende también que el desarrollo y la prosperidad colectiva no se vean en adelante atenazados por la arbitrariedad de una u otra autocracia. Pero cada sanción impuesta a Rusia, incluso aquellas dirigidas a personas concretas, tiene su reverso. La UE ha desatendido hasta tal punto su autonomía energética que hoy está en buena medida a merced del Kremlin en ese terreno, una situación cuya corrección es tan necesaria como compleja a corto plazo. El incremento del precio de las materias primas generado por la invasión rusa acaba paradójicamente compensando el efecto de las sanciones. A lo que cabe añadir la particular lectura que la egolatría de Putin puede hacer al ver cómo la Europa que trata de ningunear –empezando por Alemania y Austria– se encuentra en dificultades para salvar el invierno y mantener su producción industrial sobre costes de energía inauditos.
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La Comisión Europea se ha comprometido este martes a revisar el mecanismo que fija el precio de la electricidad a partir del gas natural para frenar una vertiginosa escalada y cuyo techo se desconoce. Algo que el Gobierno español viene solicitando desde hace meses. Lo preocupante es que la comisaria de Energía, Kadri Simson, trasladó la respuesta de Bruselas a «las próximas semanas», a la espera de los informes de los reguladores, cuando el problema viene de lejos y la guerra en Ucrania lo ha convertido en un asunto más que apremiante. El anuncio de Joe Biden de que procederá al embargo del petróleo, gas y carbón de procedencia rusa señala el camino para cerrar el círculo de las sanciones, aunque EE UU cuenta con la ventaja de no depender de Rusia en ese terreno. Europa lo hace, lo que le impide dar el mismo paso salvo que asuma una apreciable contención en el consumo particular, sobre la base de la cobertura de las necesidades mínimas, y una abultada factura para la economía y el empleo. Es urgente frenar la escalada de los precios con los mecanismos a su disposición mientras busca otros suministradores con garantías.
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