Comedia de los errores

La evolución no consiste tanto –como se pretendía en la película '2001'– en que el mono lance una tibia al hiperespacio y esta se transforme en el Discovery 1, sino en que el mono en persona se lance al hipertexto. Estos días se recuerda la ... primera década de la famosa teoría de 'El mono infinito', cuyo autor, el ingeniero informático Jesse Anderson, explicó con la fábula de un mono que si no dejara de escribir a máquina ad infinitum, acabaría por escribir las obras completas de Shakespeare. Suena como una versión del mono que dispara con una metralleta y del riesgo cierto que se corre de que en una ráfaga va y te acierte. Pero vamos, que tras el símil del mono, lo que estaba era la idea de que un ordenador pudiera generar aleatoriamente fragmentos de texto hasta formar –veremos luego que solo por aproximación, a tentón, como disparando al aire– corpus célebres, pongamos los libretos de Shakespeare, que ya es poner. El caso es que, al margen de la cosa del algoritmo genético, Anderson bien pudo estar a punto de descubrir el asunto de la autoría de las obras del bardo, que ha tenido, con los siglos, varios candidatos. A lo mejor 'Shakespeare' era un seudónimo de una corporación de primates, no sé si babuinos o titís, que llevaban, como mínimo, veinticinco millones de años, a destajo, escribiendo 'Titus Andronicus' o 'El mercader de Venecia', en el idioma de Shakespeare, eso sí. No sería tan raro: ¿no se ha descubierto hace poco que tras el nombre de Carmen Mola, que iba por tres libros y lo petaba, había tres autores? Bueno, pues nos movemos en la hipótesis de una editorial Planeta de los Simios. Pero lo cierto es que los monos, en su infinitud, parece que están reescribiendo regular a Shakespeare. Tienen mucho peligro ametrallando con la Underwood. Es muy divertido leer algunas crónicas sobre esta efeméride –y sobre la «naturaleza aleatoria del proceso»– publicadas esta semana en la prensa. En una de ellas, por ejemplo, se dice lo siguiente: «Anderson no pretendía que las obras se completasen una a una renglón a renglón (...) En este contexto, el texto del conocido pasaje de Macbeth, «ser o no ser» –to be or not to be, en inglés– habría sido igual de válido como tobeornot o como eornottb». Pareciera que la propia autora, en este caso, de la crónica, estuviera practicando el ejercicio aleatorio, conmutando Hamlet ¡por Macbeth! Bien es cierto que la crónica estará escrita en un ratito y a 'los monos', por lo que cuenta Anderson, les ha llevando un mes trastocar el dilema del príncipe danés. Pero en tres glaciaciones más, la clavan. De momento, les han quedado unos bonitos ejercicios de estilo a lo Raymond Queneau. La verdad es que, lo pienso, y yo escribo un poco igual que este mono virtual. Si aciertas en algún renglón es medio a voleo, ¿no? Aun queriendo, aciertas sin querer. Dicen que, por ejemplo, 'Romeo y Julieta', tiene cincuenta millones de caracteres (que no es lo mismo que personajes, que solo tiene veintiocho, más ciudadanos de Verona), pues que si coges un número similar de caracteres y comienzas a darles vueltas, a combinarlos, a cruzarlos, a hibridarlos, luego lo pules y tal... al final te saldría 'Romeo y Julieta'. En tiempo récord de media eternidad, calculo. Y la cabeza funciona igual: tú piensas y piensas, y cambias y pones, y al final siempre te acaba saliendo algo más o menos seguido, leíble o inteligible, no con la perfección de Romeo y Julieta, claro, pero para ir tirando, hasta el próximo golpe de dados. Total, que ahora mismo lo que yo me estoy preguntando es cuánto siglos les costaría a los monos rescribir, recrear, esta columna. Y si no estarán ya en ello. Fío, en fin, a su ingenio aleatorio en que la mejoren con alguna errata, algún calambur, algún disloque o, por lo menos, con un fraseo tipo Yoda. Así: «Tanto no consiste la evolución en una tibia que el mono al hiperespacio lance... ». ¡Anda! Pues este mono hace mucho, mucho tiempo y en una galaxia muy lejana ya salió bastante culterano.