Colgar los hábitos

Pero la ursulina cantarina se ha quitado la toca y se ha venido a España para trabajar de camarera en un bar. A pesar de que hoy en día es raro encontrar a alguien que se deje un curro fijo para buscarse la vida, la ex monja, según ha declarado en un programa de la televisión de su país, ha abandonado la orden porque ya no se encontraba bien dentro de su hábito. Y lo ha colgado.

Uno, a veces, tampoco se encuentra a gusto dentro de su hábito. O de sus hábitos. Y se aburre de hacer todos los días lo mismo, y quiere un cambio grande, enorme, en su vida, pero sabe que es incapaz de realizarlo por sí mismo. Por eso se rinde preventivamente para evitar frustraciones mayores, y por eso sigue cogiendo el autobús, y se baja en la parada de siempre, y se encuentra un día más con Peláez y con su tufo a colonia barata al abrir la puerta de la correduría de seguros.

Pero, a media mañana, en lugar de pedirse un croissant y un café con leche, le dice a Bartolo que le sirva un zumo de naranja y media de tomate. Le ha puesto los cuernos a la bollería industrial, pero le gusta el cambio. Tras terminar en la oficina no regresa a casa en autobús, sino que vuelve andando. Se ducha, cena y se mete en la cama una hora más tarde de lo normal. El hábito de agente de seguros no lo ha colgado, pero ha conseguido meterle un poco al dobladillo. Y ha descubierto que le gusta enseñar las rodillas. Mañana le corta las mangas y se compra una guitarra.