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Cohete virtual suena raro. Como suena raro boda por poderes o sexo de plástico. Y huele a falso. Como huele a falso un Rolex traído de Canarias o un billete de 500. Hasta se intuye repulsivo, como la cocacola caliente, la cerveza sin gas o ... los espárragos de Perú. Que tiene pinta chunga, quiero decir. Porque puede haber cohetes tristes. Pero, ¿cohetes virtuales? Verbigracia: hágase el favor de volver sobre sus páginas hasta página 15. Abajo, junto a las farmacias de guardia está la imagen. Es Joni, operario municipal alfareño que sujeta con su siniestra la tablilla donde arde la mecha del cohete que anuncia a San Isidro. No sonríe. Mira de soslayo como si quisiera que el fotógrafo se evanesciese para romper a llorar. Un anuncio clandestino, casi furtivo de las fiestas del santo labrador. Es un cohete triste, muy triste. Pero luego está lo del cohete que dice que echaron en Villamediana. Un cohete virtual del que, claro, no hay foto ni evidencia. Como de todo lo falso. Como de inteligencia en algunos foros.
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