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¿Bailas? Cada abril tiene su jornada internacional de la danza, pero todos los días, al menos un instante, deberíamos invocar el espíritu indómito del ritmo. Quizás así saldríamos del marasmo 'cultural' de nuestros días.
Al dios mercado le conviene tener amansada a la cultura, ... de naturaleza rebelde y burlona, por eso se empeña en pervertirla y convertirla en un producto más de consumo masivo en los buenos tiempos, hacerla prescindible en épocas de vacas flacas o que parezca un lujo por el que solo ciertas minorías muestran interés. Contra esa cosificación es necesario renovar la cultura e involucrar a la sociedad para que la transformación sea también social. No habrá transformación social si no lo es también cultural. Y nunca nada cambiará en la cultura si antes no cambia la educación.
La cultura no es otra cosa que la manifestación personal o social de la educación. Cada persona, la sociedad completa, tiene una vivencia cultural en función de la educación recibida, de su legado histórico y de su inquietud por conocer y descubrir. Pero todos los sistemas de educación pública del mundo están orientados al mercado laboral sin importar tanto forjar la personalidad del individuo y su espíritu crítico como su capacitación para disputar un puesto de trabajo en el mercado. Eso es lo que se valora hoy en una educación igualmente cosificada.
Por eso el sistema educativo mata la creatividad y maltrata sin piedad el talento natural de los niños –más carne para la máquina–, para que todos ellos aprendan a reconocer el campo de batalla en el que tendrán que luchar de adultos, sepan manejar las armas adecuadas y estén dispuestos a todo para triunfar según ese mismo sistema de valores. Que se olviden de distracciones inútiles y prescindibles como las artes. Que se olviden de pensar por sí mismos, que se olviden de crear y de bailar...
Sostenía Ken Robinson, firme defensor de la creatividad humana y las capacidades extraordinarias de los niños, que la educación, la que sea que decidamos, es lo que nos llevará al futuro. Que la creatividad es tan importante como la alfabetización y debería tener su mismo estatus. Pero todos los sistemas educativos tienen la misma jerarquía de materias: matemáticas e idiomas, lengua, humanidades y, en último lugar, las artes. E incluso dentro de las artes se prioriza arte y música sobre teatro y danza. No hay un sistema educativo que enseñe danza a diario igual que matemáticas, a pesar de que cualquier niño siente la necesidad innata de moverse y bailar. Picasso dijo que todos los niños nacen artistas. Y Robinson añadió que todos nacemos bailarines. El problema es seguir siendo artistas, o bailarines, tanto da, cuando crecemos.
Nos educan –y educamos– para desenvolvernos en el mundo tal como es haciéndonos creer que es imposible cambiarlo e incluso que es mejor no plantearse la cuestión. Y, sin embargo, todo cuanto hacemos –o dejamos de hacer– cambia el mundo a nuestro alrededor; lamentablemente no siempre para bien. Pero algunas veces, seguramente muy pocas, todavía ocurren sucesos que parecen milagros.
En Uganda, el país del mundo con más niños huérfanos a causa de décadas de guerras, pobreza extrema y una terrible epidemia de sida, la escuela Masaka Kids Africana ofrece refugio, comida, vestido, educación y atención médica a cientos de ellos. Han pasado por algunas de las peores experiencias que un niño podría sufrir, pero ahí tienen algo que les da esperanza y les procura un futuro y un nuevo horizonte para su país: la danza. Los hay que quieren ser futbolistas, por supuesto, y médicas o también granjeros. Pero hoy todos ellos son bailarines, bailarines famosos en el mundo entero a través de las vitalistas coreografías que se han hecho tendencia internacional en internet. Bailan descalzos en suelos de arena mojada, visten ropas donadas que les caen grandes y no parecen tener ninguna técnica especialmente trabajada, pero muestran una sonrisa verdadera y un envidiable sentido del ritmo natural. Simplemente parecen jugar y divertirse, aunque realmente están bailando por su futuro. Su éxito internacional gracias a la danza y el canto contribuye a financiar y extender la misión humanitaria y pedagógica del orfanato. En realidad no es ningún milagro, sino la voluntad de un pueblo por cambiar las cosas, por transformar su cultura, por salvar su futuro. Esos críos representan a todos los niños de África y del mundo pobre. Ojalá nos representaran también a todos nosotros. Sueñan con los pies y bailan con toda el alma.
Soñar que volamos es la idealización inconsciente de un anhelo de trascender. La danza es quizás la materialización más cercana a ese sueño y, al mismo tiempo, la constatación física de su imposibilidad. Porque bailar es también expresión de las limitaciones humanas y del esfuerzo por tratar de rebasarlas a pesar de todo. Porque bailar es el intento por ahondar en la dimensión animada del cuerpo para mostrar la belleza y la oscuridad corpórea del alma. Y, además, mola muchísimo.
No es solo un sueño; debería ser el pan de cada día. Y, sí, la cultura es un bien esencial e irrenunciable de primera necesidad y un derecho de todos. También una obligación colectiva. Otra cultura es posible. Y no solo es posible: otra cultura es necesaria para que sea posible otro futuro, un mundo mejor. Como los niños de Masaka, se puede cambiar el mundo y se debe hacer. ¿Por qué no empezamos bailando?
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