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La pandemia mundial de coronavirus ha impactado inopinadamente en la línea de flotación del mundo global que vivimos. Viene acompañado además este COVID-19 no solo de enfermedad y muerte sino también de incertidumbre, que supone el peor de los males que puede sufrir el ... ser humano del siglo XXI. Para una sociedad acostumbrada a la inmediatez y a quererlo todo, y cuanto antes, enfrentarse a esta situación inédita, en la que desconoce qué ocurrirá mañana, es la peor de las noticias.
Hasta hace unos días, un alto porcentaje de los riojanos, de los españoles, trataban de combatir tanto la pandemia como la incerteza que lleva incorporada con altas dosis de humor, sobre todo de ese humor negro tan carpetovetónico. Aseguraba Freud que «el humor es la manifestación más elevada de los mecanismos de adaptación del individuo» y tiene razón, en parte. No hay terapia más eficiente contra la adversidad que el humor. Llevamos más de un mes viendo y escuchando chistes, memes y chirigotas con el COVID-19 como protagonista.
Sin embargo, el humor no puede enmascarar lo que ahora mismo sucede y lo que va a ocurrir cuando la epidemia sea historia. Debemos ser responsables y dar ejemplo de ciudadanía ante el desafío del coronavirus. Pero, al mismo tiempo, estamos obligados a reflexionar con espíritu crítico sobre las decenas de miles de millones de euros recortados años atrás a la sanidad pública, una de las mejores del mundo, y, también, poner pies en pared para que no ocurra lo mismo que en la crisis económica de 2007: que sean los mismos quienes paguen los platos rotos.
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