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Si parece un pato, nada como un pato y grazna como un pato, entonces probablemente sea un pato. Salvo que lo haga en los estanques elegidos por Pedro Sánchez y Concha Andreu, ya que en ellos los patos se convierten en elegantes cisnes danzando gráciles ... sobre aguas cristalinas. Además, quien no los ve con las graduaciones progresistas requeridas es porque, indefectiblemente, su flanco conservador le invalida, no porque le asista criterio suficiente para censurar un discurso trucado. Pues bien. Este es el momento de pasar página de este suelto si así lo considera, ya que, sí, yo discuto a nuestros gobernantes su relato, tan buenista y transparente como taimado y turbio. Lo hago, aun cuando resulte harto complejo señalar que sus aljibes rezuman el hedor a holocausto de un ábaco que cuenta muertos según convenga. Pero, no. No quieren oír una palabra sobre ello, ni mucho menos leerla. A pesar de que las residencias de mayores se hayan convertido en desolladeros sobre los que resulta más adecuado hacer estadísticas 'ad hoc' para cisnes, no para patos.
Pues son patos. Similan, nadan y graznan como tales, nada que ver con el refinamiento y la gentilidad de esos cisnes oficiales, que asoman entre tinieblas sus cuellos encorbados. Protagonistas de cada rueda de prensa, allí en la Moncloa, aquí en el Palacete, como pesadillas aladas que abanican un aire mortuorio hurtado de sepelios, y que han condenado a muchos hogares riojanos a ser pozas solitarias sin consuelo posible.
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