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Dentro de poco voy a cumplir 60 años y me esfuerzo por no quedarme atrás, pero hay aspectos que se me resisten. Por ejemplo, ayer mismo me asombré con un reloj que llevaba mi hermana Ramoni en la muñeca y que bajo su apariencia tradicional ... es un verdadero gadget como los de James Bond, pues desde él se pueden hacer llamadas, medir los pasos o saber las pulsaciones por minuto. He pensado, lógicamente, en comprarme uno, pero lo más seguro es que lo use solo para ver la hora.
Sin embargo, en lo que nunca pensaba que me fuera a quedar desfasada es en el tema del feminismo. Y les digo esto porque cuando leo algún artículo sobre el asunto hay expresiones que tengo que buscar en internet. Como por ejemplo 'cisheteropatriarcado', que resulta que se refiere al poder que ejerce sobre la sociedad el colectivo masculino, heterosexual y que además tiene el mismo género con el que ha nacido. Por supuesto, yo me apresuro a incorporar a mi lenguaje, y sobre todo a mi mentalidad, esos conceptos novedosos porque igual que mi madre no me cuestionaba yo tampoco quiero dudar de lo que ahora defienden mis hijas.
Pero lo cierto es que echo de menos esos tiempos en los que el feminismo era básico y lo podía comprender todo el mundo. Recuerdo, sin ir más lejos, las conversaciones con mi madre, mi suegra o mis vecinas, en las que ser feminista era un sentimiento secreto, casi prohibido, que se abría paso en el pecho de cada una de ellas, en cuanto empezaban a contar sus vidas. Eran relatos de mujeres apenadas y algo resentidas que fueron discriminadas debido a su género y no pudieron estudiar ni tener una profesión. Ellas lucharon lo indecible para que la siguiente generación tuviéramos una educación y sobre todo, insistían, en que no dependiéramos económicamente de nuestros maridos.
Yo creo que el feminismo, como todo en la vida, debe evolucionar y no tendría ningún sentido que les dijéramos a las chicas de hoy lo importante que es la emancipación. Porque son otros tiempos y a ellas no se les pasa por la cabeza quedarse en casa para cuidar a los hijos. Y por suerte, y a diferencia de las de mi edad, tampoco piensan que tienen que casarse y ser madres.
Sin embargo, no deberíamos olvidar que el colectivo femenino es el más castigado por el desempleo y la precariedad, que en este país todavía hay muchas mujeres que dependen económicamente de sus parejas. En concreto, hay más de 100.000 mujeres desempleadas de larga duración. Además, gran parte del trabajo que realizan las mujeres está infravalorado y no contabilizado.
Así que, por supuesto que es necesario que el feminismo incorpore nuevos conceptos y nuevos campos de acción, pero sin dejar de lado la lucha por la igualdad de hombres y mujeres. Se trata de conseguir que todas las personas tengan las mismas oportunidades en la educación y en el empleo, que no te paguen menos por el mismo trabajo y que la conciliación familiar sea posible. Porque, dicho sea de paso, el feminismo tiene que ser como el reloj de mi hermana, que por muy sofisticado que sea también tiene que dar la hora.
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