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Ahora sí comienzan a funcionar todos los cangilones de la noria de nuestra sociedad; es que en estos días empieza a hablarse de que los niños empiezan a ir a las guarderías. A unas sí, a otras no, según ocurre asimismo con los centros donde ... solían trabajar los mayores, pero siempre con un orden y un concierto. Y con unas medidas distintas de las que regían antes de la pandemia, como les ha sucedido a sus papás y mamás. Así funciona este sistema que los encarrila desde su infancia hacia esa madurez de la que se afirma que conocerá paisajes muy distintos de los que experimentaron sus papás cuando pisaron por vez primera su propia guardería o escuela.
Por lo pronto, los ayuntamientos que no habían suspendido las fiestas patronales han acabado por reconocer que ha de imponerse la prudencia ante nuestra habitual afición a las grandes aglomeraciones; el pelotón de las instituciones, incluidas sus diferentes candidaturas, tan distantes en temas políticos, se ha decidido por una decisión común, por el pelo que nos corre (incluidos los mandatarios, mire usted).
Mamás y papás se han apresurado a formalizar la documentación referida al regreso a las piscinas, las de la capital y poblaciones más o menos considerables y las de nuestros pueblos, a los que vuelven los veraneantes en busca de las estancias tranquilas de las que les hablaban sus abuelos. Se les ve más entusiasmados que otros años después de lo del confinamiento y quienes se albergan en casas rurales corroboran el auge de los españoles por esta opción tan magnífica.
Están volviendo los peregrinos; quienes vivimos en localidades atravesadas por el Camino los vemos desde hace tres semanas largas; observamos que la famosa vía se despierta lentamente; el personal echa en falta, sobre todo, a japoneses y coreanos mientras los albergues municipales, parroquianos y privados toman novedosas y diferentes decisiones ante la insólita situación creada. Se aproxima el Año Jubilar Compostelano o Año Santo Compostelano al caer en 2021 la fiesta de Santiago en domingo.
Así que sigue la vida, siempre tan interesante. Yo, por mi parte, he adelgazado cinco kilos; estoy hecho un figurín. Supongo que se lo debo a la habitual ingesta de fruta desde hace un año. Estos días degusto unas ciruelas acerolas salvajes de las que ya no suelen verse; plantó el árbol mi abuelo; están sabrosísimas. Si conoce usted algún ciruelo de esos, lleve a probar sus ciruelas al nieto de la guardería o del cole. No las olvidará ni aun cuando, ya mayor, conozca paisajes muy distintos de los nuestros.
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