La atención del ciudadano medio y de los amantes del fútbol se centra en lo que sucede en la competición de la Copa del Mundo 2022. No hay medio de comunicación, bar, transporte público o cita personal desconectada de su devenir. Los problemas personales, socioeconómicos ... o geopolíticos parecen quedar tras la cortina de la competitividad y esfuerzo de los equipos de fútbol para conseguir la preciada Copa mundial, al modo romano del 'pan y circo' a pesar de que ahora solo haya circo para distraer de los males de la época porque el pan es cada vez más escaso.

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Esta Copa del Mundo 2022 celebrada en Qatar parece, más allá del esfuerzo humano y deportivo inherente, el ejemplo perfecto de lo que se debería evitar. Aunque los amantes de este deporte que esperan distraerse en época tormentosa no sean los responsables, es un espejismo que un país sin tradición futbolística encabece, a golpe de petrodólares y gas, una competición de un mundo con el que no empatiza ideológicamente. Es inaudito ofrecer un escenario mundial a un país totalitario en el que los derechos de las mujeres son limitados, la homosexualidad ilegal o las condiciones de trabajo de los obreros que levantan sus faraónicas infraestructuras son atávicas. Es inaudito que se celebre, en plena crisis climática, en un país en el que los estadios se han creado sobre magnos terrenos áridos irrigados mediante 'gasodólares' para tener césped verde, en el que la alta temperatura debe ser refrigerada en el interior de los estadios y que, algún equipo preocupado por competir en este entorno queriendo expresar su rechazo y su vinculación a un mundo más inclusivo, haya tenido que renunciar a ello bajo la cínica orden de la FIFA.

En suma, es una competición que la FIFA ha situado en un entorno engañoso e insostenible: el del exceso, falta de respeto por el clima, y escaso reconocimiento de los incuestionables derechos humanos. Increíble, pero el circo es el circo (o el 'gasodólar' es el 'gasodólar') y el pueblo continúa ensimismándose con él. Queda esperar que, además de los logros deportivos, sirva de espejo de lo que no debe ser el progreso en una sociedad democrática y centre lo prioritario: luchar por el clima, valorar el esfuerzo por vivir de jóvenes como los iraníes o la defensa frente al invasor de los ucranianos, y la buena gobernanza en España aquejada de dejes intolerantes

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