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El 14 de octubre escribía en una pizarra de las que presiden las salas de reuniones: «14/10: en tres semanas llega lo peor». Tengo la costumbre de, mientras hablo por el móvil, tomar un rotulador para pintarrajearla. A veces dibujo muñecos horribles. Otras, recojo ... alguna frase interesante de la conversación. Casi siempre borro ese rastro al colgar. Pero el día 14 quise que ese testimonio soportara el paso del tiempo, como esas frases rotundas que ilustran el frontispicio de los edificios clásicos, con el deseo de que mi interlocutora se equivocara, aunque convencido de que no lo haría. El miércoles se cumplieron las tres semanas. Lamentablemente, mi comunicante no erró. Lo que dice mucho y bueno de ella. Y muy poco de quienes aún andaban sacando el dedo a la brisa antes de adoptar medidas contundentes. La augur se llama María de Toro y es una «científica un poco instruida», en su propia definición, del CIBIR, ese lujo que habita junto al San Pedro seguramente poco aprovechado. Poco, como tantos científicos.
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