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La reunión anual de la Asamblea Popular Nacional de China confirma las bases sobre las que Xi Jinping continuará al frente del país tras diez años de mandato y tratará de convertirlo en la primera potencia mundial. De ahí la prioridad de asegurarse un crecimiento ... del 5% este año. Pekín seguirá reacio a consensuar su utilización de combustibles fósiles con el mundo industrializado. Y perseguirá mantener su papel de inversor mundial. Pero lo que afecta más críticamente al resto del planeta es que el régimen llegue a desentenderse de las reglas comunes en el comercio internacional y, sobre todo, de las normas básicas de seguridad en las relaciones entre países soberanos. El silencio frente a las advertencias de EE UU contra la entrega de armamento a Moscú, el anuncio de que aumentará este año en un 7,2% su presupuesto militar y el propósito de «reunificación pacífica» con Taiwán podrían formar parte de una misma estrategia para exhibir su poder militar sin emplearlo directamente. Dinámica que buscaría descentrar a Washington y a Europa, aun a riesgo del desequilibrio propio. Un escenario que se debe prevenir disuadiendo a Xi de que se empeñe en esa vía.
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