El chico de la curva

Con tanto estrépito, bueno será empezar por lo evidente: que Herrera es inocente de todo hasta que no se demuestre lo contrario. Pero a partir de ahí, el caso tiene tantas cosas raras como para llenar un especial Nochevieja de Iker Jiménez. Raro fue el silencio telefónico del 'grupo Romero' durante toda la mañana. Con medio mundo llamándoles (incluyendo buena parte del medio desesperado Gobierno de La Rioja), las huestes podemitas de la Consejería de Igualdad no aparecían.

Raro es su silencio mediático (ellos, tan activos en el Twitter) durante la misma mañana, mientras les decían de todo menos bonitos. Rara, muy rara, fue la explicación cuando llegó: ese accidente con perros de madrugada, ese leñazo camino del hospital, ese abandonar el coche empotrado en un árbol y no dar parte.

Hay más cosas raras. Por ejemplo, que el primero en denunciar el asunto con pelos y señales, de muy buena mañana, fuera Alvise Pérez, nombre supuesto de un conocido vocero de la ultraderecha hispana, famoso por su despreocupada relación con la verdad pero al que hasta ahora no se le conocía interés por La Rioja. Y raro es que alguien llamara al SOS Rioja a las tres de la mañana diciendo haber oído «el ruido de un accidente», cuando hay vecinos que aseguran haber visto el coche estronciado ya a las dos menos cuarto. Dicho lo cual, lo que sería raro rarísimo es que Herrera pagara todo este estropicio con algo más que un pino como nueva decoración del radiador de su X3. Hora mismo no hay nadie más intocable en el mundo que Raquel Romero y su equipo. Su soledad es absoluta, pero a la vez es la clave de su fuerza: repudiados por el aparato de su partido, saben que dentro de tres años no estarán en ninguna lista, y que abandonarán la vida política riojana tan velozmente como aparecieron. Lo cual, paradójicamente, les convierte en invulnerables. No dependen de nadie, y a nadie deben rendir cuentas porque, hagan lo que hagan, su futuro será el mismo. Eso, y el poder del escaño de Romero (solo suyo, no de su partido) sobre el futuro de Andreu es suficiente: Herrera está a salvo. Más que en su BMW.

A este periódico que me cobija y alimenta le cabe un honor esta semana: haber sido de los primeros en sacar a la palestra un incómodo tema, el del porcentaje no pequeño de trabajadores de residencias de ancianos que rechaza, al menos por ahora, la vacuna. Ese 20% (y más) parece mucho, y es mucho.

A Servicios Sociales le preocupa lo suficiente como para buscar el resquicio legal que convierta lo voluntario en obligatorio. Es un estrategia arriesgada y de dudoso éxito, aunque parezcan obligados a intentarla, y a la que quizá el Estado de Alarma (que sigue ahí, aunque se nos olvide) ayude.

Me dice vía tuit Federico Castillo (@fedefedeson, un señor doctor al que acostumbro a hacer caso) que bien mirado ese 20% no es tan malo. Primero, por temprano: el porcentaje disminuirá según avance el proceso. Segundo, porque un 80% de éxito de inicio en la población general sería un exitazo si es que se consiguiera. Curiosamente, el hecho de que Europa la haya fastidiado por conservadora comprando tan pocas vacunas de Pfizer ayudará al convencimiento de los remisos: otros las van a probar (mucho) antes.

La presidenta hace balance en la bodega de La Grajera, y luego guía a la prensa en una amena cata (se le da bien, a Andreu) sin grabadoras. Lo que viene siendo un 'off the récord', vamos. Creo no romper el 'off' si digo que se habló sobre todo del maná de los proyectos europeos, y más sobre todo aún de la Ciudad del Envase. Esa por la que pugnan Calahorra, Alfaro y la unión Agoncillo-Arrúbal en El Sequero.

Nada dijo Andreu de quién ganará esa carrera. Me da a mi que la lógica a primer bote apostaría por El Sequero. Pero también me da que, ahora mismo, Calahorra gana por cuerpo y medio. Pero se admiten apuestas.