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Yo entiendo que estas cosas se hacen sin mala fe. Por desconocimiento, y quizá por algo de inconsciencia. Estoy convencido de que no hay nadie que estime más a la parroquia que su párroco, o al patrimonio que el encargado de cuidarlo día a día.
Pero, haya mala fe o no, a alguno de los que se pusieron hace unos días a fijar semejante cartelón en la pared sur de San Bartolomé le tuvo que brillar en algún momento una bombilla. Algo en plan «oye, chicos, ¿seguro que no hay otra manera de hacerlo? ¿No nos estaremos pasando?».
Porque el hecho es que sí que se pasaron: el cartelón, que anuncia la misión 'Euntes' (aquella que llenó la Plaza de Toros hace unos meses, no sé si recuerdan) es grande, así que para que no se cayera, se liaron a taladrar. Y bien taladrado: nada menos que 14 agujeros de regular tamaño en la sillería del templo, que data del siglo XII (menos la portada, que es un poco posterior).
Como logroñés que soy desde que puse el pie en este mundo, San Bartolomé es para mi como un dedo. No hay templo más querido, ni iglesia que enseñe a las visitas con más cariño. Seguro que hay otras más espectaculares, más grandes, más curiosas, pero ésa es, para mi y sé que para muchos, LA iglesia de Logroño.
Así que esos 14 agujeros me resultan particularmente dolorosos. Sí, la intención no sería mala, el mensaje será estupendo y el propósito loable, pero es que estas cosas sencillamente no se hacen. Uno no taladra los sillares de una iglesia del siglo XII como si estuviera en su casa colgando un cuadro. Principalmente porque no es su casa, sino la de todos, y merece que se la trate con un poco más de cuidado.
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