El presidente del PP ha reunido este lunes a su comité de dirección en un cónclave que fue maratoniano, mientras contactaba con responsables provinciales y cargos electos para asegurarse los apoyos necesarios de los integrantes de la Junta Directiva Nacional, convocada para el próximo lunes. ... Ese órgano deberá decidir si convoca un congreso extraordinario, que Pablo Casado pretende evitar a toda costa pese al clamor de sectores influyentes del partido, o mantiene la cita ordinaria de julio. Con esa medida, el líder popular gana tiempo. Su problema es que el paso de las horas revela su creciente debilidad al frente del partido al perder la confianza de los barones y de numerosos cargos relevantes, que ven ineludible su relevo para mitigar daños en una crisis de tal envergadura que no podrá resolverse sin una cirugía mayor. Así lo pone de manifiesto el hecho de que Alberto Núñez Feijóo, en nombre de varios pesos pesados del PP, le invitara a dimitir el pasado domingo, a lo que por ahora se resiste a la espera de una improbable mejora de su situación.

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Casado accedió al cargo en julio de 2018 con el apoyo del 57,2% de los compromisarios. El punto de partida le exigía incrementar la confianza depositada en él y no solo hacerse con el control de las estructuras internas. La fuerte contestación que suscita ahora revela hasta qué punto la desconfianza sobre sus posibilidades reales de llegar a La Moncloa se han tornado preocupación porque el PP acuda a los comicios autonómicos y municipales como una opción frágil. Aunque el riesgo inmediato es que las diferencias internas discurran por cauces no estrictamente reglamentarios, lo que agravaría la conflictividad y restaría solvencia a las salidas que pudieran encontrarse al «colapso» señalado por Núñez Feijóo.

Un proceso congresual, sea ordinario o extraordinario, podría cerrar en falso la crisis si continúan latentes las imputaciones cruzadas y si el PP opta por reordenarse orgánicamente para afrontar el nuevo ciclo electoral soslayando la reflexión sobre la política a impulsar. Eludiendo la encrucijada de sus relaciones con Vox y la definición de una estrategia proclive al establecimiento de consensos de Estado. Una mayoría sin cohesión política, entretejida al calor del conflicto para zanjarlo con llamadas a la unidad, podría ser la antesala de otra gran crisis si no se sustancia en un éxito en las urnas en 2023.

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