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RUBÉN LAPUENTE
Lunes, 8 de octubre 2018, 00:14
Sumergido. Encerrado como una perla púrpura en su ostra de cristal. Empapándose de brisa marina. Mimetizando a su alrededor sus sueños en racimos de uva agraz de viñas de coral de terciopelo. Mudando su piel en escamas de antiguas vasijas náufragas, crece y crece este vino riojano de sangre de cereza que atraviesa la pena, que hiende lo que te hiere. Dulce vino de vida y gozo y olvido siempre, que enardece deseos dormidos. Estibado en la bodega de su náufraga batea. Rescatado como pecio de topacio del vaivén del regazo marino, ya le ciñen un nombre a su redonda cadera de cristal de sirena varada... Ya arriban a puerto los pescadores.
¡Ya vuelven de vendimiar en la mar!
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