Llegan, por fin, las vacaciones de Semana Santa, exactamente 100 días después de la última jornada festiva (6 de enero). Obviaré el enjuague mediante el ... cual la Iglesia católica dio su visto bueno al texto constitucional a cambio de la declaración de España como un estado aconfesional, y no laico; de su mención expresa en el articulado, situándose así en una posición de privilegio respecto al resto de confesiones; o de la conservación de sus prerrogativas en materia educativa. Aparcando todo esto, lo que rechazo es que en pleno siglo XXI 3 de cada 4 días feriados en nuestro país tengan que ver con festividades católicas y no con criterios, digamos, más racionales. Y me da igual que otras latitudes se rijan por festividades musulmanas, judías, o cualesquiera otras. Como tampoco estoy diciendo que se coarte a las personas religiosas el festejar sus días señalados como mejor les parezca. Al igual que condeno el dislate que supone que, seamos o no personas religiosas, tengan que transcurrir tres meses largos entre un descanso y otro, con el desgaste que eso comporta, sólo porque la antigua Pascua judía sea dependiente del calendario lunar, y de la primera luna llena después del equinoccio de primavera. La periodicidad del descanso de trabajadores y trabajadoras debiera comenzar a ser calculado en función de criterios de salud pública, de su bienestar físico y mental, atendiendo la opinión fundamentada de científicos y de profesionales, no de sacerdotes.
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