Carta a los Reyes del Sur

Hay cartas muy famosas en la historia, y a mí me gusta mucho la que envió Elvis Presley a Richard Nixon. El cantante le pedía una reunión en la Casa Blanca porque se sentía con la obligación de ayudar a los Estados Unidos y además prometía entregar un regalo al presidente. Fue todo una chifladura setentera; Nixon lo recibió, se sacaron muchas fotos y el Rey del Rock salió del Despacho Oval con una placa de Agente Federal Anti Drogas. Elvis obsequió a Nixon con una pistola Colt 45 y Sánchez le ha puesto el Sáhara en bandeja al vecino Mohamed; es una claudicación que se iba a producir tarde o temprano dada nuestra posición intrascendente en el ajedrez del mundo.

Hemos leído la carta de Pedro Sánchez a los Reyes Magos del Sur gracias a una filtración, porque ni se ha explicado a la nación ni se ha presentado con la dignidad que merecía esta decisión de Estado. Es poco más de un folio en un tono respetuoso que por instantes se adentra en terrenos de la adulación o el enamoramiento. El final es de una pedantería que alcanza cotas artísticas: «Le ruego acepte, majestad, la expresión más distinguida de mis sentimientos». Lo peor de la carta es todo lo que queda fuera de ella, porque ya sobrevuela la idea de que con el gesto Marruecos renunciará a Ceuta, Melilla y Canarias; les concedemos legitimidad sobre un territorio a cambio de que ellos desistan de otros sobre los que no tienen ningún derecho, es maravilloso. Por el bien de los canarios, ceutíes y melillenses es mejor no hablar mucho de estas cosas, porque por muy disparatada que sea una idea cuanto más se discute sobre ella más verosímil parece.