
Acerca de la dignidad humana
Ejercer la condición de autoridad obliga a serlo, no sólo en lo que afecta al desempeño del poder, también en el ámbito moral
Carlos Usón
Plataforma Ciudadana Bienvenidos Refugiados
Sábado, 26 de abril 2025, 22:30
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Carlos Usón
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Sábado, 26 de abril 2025, 22:30
Empecemos por el principio. Y ese es, en este caso, dos niñas neandertales: Benjamina y Tina. Dos niñas que nacieron hace más de 400.000 ... y 200.000 años respectivamente, con problemas físico-mentales incompatibles con la vida si no era a base de cuidados muy especiales. Su vida dependía de un comportamiento insólito en el reino animal, en un momento en el que la lucha por la supervivencia lo era todo. Pues bien, ambas sobrevivieron, una hasta los 6 y la otra hasta los 12 años.
Así pues, esa peculiaridad de defensa del más débil es un rasgo consustancial al ser humano. Nos define como tales. Por eso resulta tan incomprensible como deleznable la negativa del Gobierno de La Rioja a admitir a los menores migrantes que le asigne el de España. Que la defensa del más débil y la solidaridad con el pueblo canario no estén por encima de la estrategia política, no es que sea denostable es que atenta contra la dignidad humana. ¡Si Darwin levantara la cabeza! Él que creía que el amor había sido el motor de nuestra evolución como especie.
Un salto en el tiempo, que no pretende olvidar a Platón, Aristóteles, Cicerón o Kant, nos lleva hasta 1789, a un momento de debilidad de la oligarquía. Nos lleva a la revolución francesa y, con ella, a un nuevo concepto del ser humano y a la instauración de una serie de principios que dieron lugar a lo que hemos dado en llamar modernidad. Esa concepción hace a todas las personas iguales y dotadas de derechos universales asociados a esa condición. Un cambio que parece que sólo es posible en momentos de debilidad del poder instituido.
El reconocimiento de la dignidad humana no es nuevo. Es verdad que en algunos momentos de la Historia se ha identificado con el honor o la libertad, pero su condición ontológica como una categoría que no se adquiere en función del comportamiento o la clase social, es un universal, al menos, desde los años veinte del siglo pasado. Es un concepto que admite que hay una serie de postulados, valores, derechos... inherentes al ser humano. Son parte del hecho diferencial de la clase animal y, como consecuencia, resultan inviolables.
La libertad es uno de ellos y eso hace de la esclavitud un acto abominable. Y hablo de la esclavitud en todos sus aspectos. Poco importa que el esclavo lo sea por 'decisión propia' derivada de la penuria. Como dijera una mujer que había conseguido salir de la prostitución: «Cuando la miseria entre por tu puerta, la dignidad y la libertad salen por la ventana». No hace falta pues que haya látigo por el medio, sirve con un sueldo paupérrimo, unas condiciones de trabajo inhumanas o una situación de sumisión incondicional. Por eso la prostitución también es una forma de esclavitud. Por eso es contraria a la dignidad humana.
La posmodernidad y el neoliberalismo nos han hecho creer que todo tiene un precio, la dignidad humana también, pero todos sabemos que es suficiente con propiciar unas condiciones de vida miserables para que el ser humano sea capaz de vender su cuerpo, un riñón, a su hija... Y es que, ejercer la libertad implica tener la posibilidad de elegir. Por eso no es un principio individual, no se edifica contra otros, sólo se construye reafirmando la de los demás. Para protegernos de esos envites redactamos la Declaración Universal de los Derechos Humanos como normas de obligado cumplimiento para las autoridades y para cada uno de nosotros. No lo olviden, como gobierno de nuestra comunidad, el respeto a los derechos humanos es su único aval.
No padecer hambre, el acceso a una vivienda digna, el respeto a la condición sexual y de género, a las creencias religiosas, a la integridad física; el cuidado de la salud, una educación sólida, un salario digno... forman parte de ese inalienable respeto a la dignidad humana. Eso es lo que juran respetar ustedes cuando dicen acatar la constitución, ese es su cometido, para eso los elegimos.
Es bueno recordar estos principios básicos, que la posmodernidad y la ultraderecha pretenden destruir, para no perder el enfoque cuando les propongan acoger a un determinado número de menores migrantes. La posición contraria es una villanía por cuanto, además, son personas vulnerables. No hay excusas que poner a esta obligación moral. Y mucho menos si esos subterfugios encubren la ambición de poder. Nada justifica la vileza de abandonar a esos niños y niñas, de negarles un futuro. Mucho menos para quienes alardean de ser cristianos. Máxime, si eso supone, además, despreciar los dictados de su religión y de su líder espiritual, el papa Francisco. El ejemplo que están dando es cualquier cosa menos edificante. Sí señora consejera, esos niños necesitan cariño, bien es verdad, pero para dárselo hay que traerlos primero.
No olviden que ejercer su condición de autoridad les obliga a serlo, no sólo en lo que afecta al desempeño del poder, también en el ámbito moral. Debieran ser un ejemplo de principios irrenunciables y la ambición política no es uno de ellos. No tener el respeto a la dignidad humana como horizonte nos deshumaniza y a ustedes, además, los desautoriza.
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