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Esta repentina fiebre por unas tartas de queso en Logroño es uno de los fenómenos sociales más interesantes de nuestra historia local reciente. Acude la gente en masa a esa tiendecita rosa que hay en Hermanos Moroy para comprar su porción, llegan unos y se ... ponen en la fila con el móvil en la mano, y luego aparecen más, y salen de todas partes como si fueran los niños de 'El Señor de las Moscas' que surgían de la selva en cuanto Ralph soplaba la caracola en la orilla de la playa. A mí me dan mucha curiosidad todas estas reacciones súbitas y multitudinarias, y por eso fui un día para tratar de entender. Entramos y no había casi nadie, quizás porque ya sólo quedaba tarta de Pantera Rosa. El trozo era grande y dulce, algo líquido y muy instagrameable; eso fue todo. No he vuelto a ir, pero un buen amigo vive al lado y los fines de semana para alcanzar su portal debe sortear al gentío de procesionantes que avanza en oleadas lentas en busca de su porción. Luego sube hasta su piso y de vez en cuando se asoma al balcón en plena noche para contemplar el espectáculo; visto desde lo alto el desfile tiene que ser pintoresco y estremecedor a partes iguales.
Han sido unos tipos muy inteligentes los que han puesto en marcha esta gran idea de negocio y yo les doy mi enhorabuena porque el éxito es para esos pocos que comprenden de verdad el tiempo en el que les toca vivir. Los influencers son hoy los nuevos predicadores, personas capaces de hacer que la chavalería pase la tarde en Mercadona con una piña al revés en el carrito, gente que desde la pantalla del móvil logra poner de moda una panadería de pueblo en La Rioja Alavesa o congregar multitudes ante unas tartas de queso en Logroño.
Las tartas están bien pero eso es lo de menos porque el mundo digital ha dado forma al capitalismo en su expresión más performativa: no se trata de consumir, sino de ser visto consumiendo; ya lo dijo Baudrillard, la realidad ha sido sustituida por simulacros. Hay gente con tal necesidad de validación que renuncia al criterio propio con la misma alegría con la que los lemmings se lanzan al precipicio, porque lo que importa no es la experiencia sino la apariencia: miradme bien, yo también estoy aquí, yo formo parte de esto, yo también como una tarta y acaricio con la yema de mis dedos el velo nacarado de la Historia.
Hay que felicitar a los creadores de las tartas 'Melt' de Logroño aunque esta moda nos muestra la personalidad media de buena parte de la sociedad, que busca sentido, propósito e identidad en lo que ve por internet. Pero el fenómeno tiene su parte inquietante porque esto también lo saben quienes mueven los hilos del populismo agitando el algoritmo por las redes; unos nos conducen a comprar tartas de queso y otros, a escenarios políticos imprevisibles.
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