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Si no hubiese estado ahí la cámara de seguridad nos habríamos perdido a esos tipos vaciando un extintor en la estación de autobuses de Fuenmayor. Ahora gracias a esa grabación todo el mundo ha visto a tres veteranos (52, 60 y 65 años) haciendo el ... vándalo entre una nube de polvo blanco. La cuadrilla del extintor de Fuenmayor ha vuelto a certificar que vivimos en lo que Michel Foucault definió como 'sociedades de seguridad', un modelo en el que el control es ubicuo y a su vez disimulado. Esto se entiende de forma automática al pasear hoy por cualquier ciudad desarrollada y fijarse en la cantidad de cámaras que uno encuentra por el camino. No hay una gran oposición a este fenómeno porque es un ejercicio de control que no surge de una sola institución como ocurría hace décadas, sino que ahora es extenso, fluido, descentralizado y general, y lentamente nos ha hecho acabar asumiendo que descalzarse en un aeropuerto es un trámite normal. Ahora la Audiencia Nacional acaba de absolver a un chaval británico que en 2022 envió un mensaje en broma a sus amigos antes de tomar un vuelo de Londres a Menorca: 'De camino a estallar el avión. Soy miembro de los talibanes', les mandó junto a una foto suya. El mensaje alertó a las autoridades y movilizó a un Eurofighter que escoltó el vuelo hasta España. Fueron dos líneas de broma en un chat de amigos que podían suponer una amenaza, pero sería bueno saber por qué y cómo se espió una conversación privada a un ciudadano anónimo, aunque el debate está desactivado y parece que no importa porque la masa social justifica casi cualquier acto en aras de la seguridad; así, renunciando distraídamente a derechos fundamentales es como se deshilachan las libertades. Esto ha calado como cala la niebla en los huesos porque pasa en los aeropuertos y en los bancos, en los polígonos industriales, en los parkings subterráneos y en las tiendas de toda la vida. Entras al chino del barrio y ahí está el dueño frente a su sistema de vigilancia multipantalla. ¿Pilas de las grandes? Tercer pasillo al fondo a la derecha.
La DGT ha anunciado nuevos radares fijos en las carreteras de La Rioja justo cuando el Ayuntamiento de Calahorra acaba de instalar 13 nuevas cámaras en su red, Nájera estudia incorporar otras 15 y Logroño está considerando sumar más dispositivos de vigilancia. Estamos bajo la mirada Argos Panoptes, el gigante de cien ojos que lo observa todo y vigila a unos señores vaciando un extintor en Fuenmayor. En realidad la secuencia es ridícula y como está sin sonido parece una escena chiflada de alguna antigua comedia muda. Ya lo dijo Charlie Chaplin: 'En esta vida todos somos aficionados'.
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