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Mi estilo en la negociación es bastante sencillo y llano. Apunto muy alto, y a partir de ahí todo es tirar y tirar hasta que ... consigo lo que quiero». Lo explica sin rodeos Donald Trump en 'El arte de la negociación', libro que publicó en 1987 y cuya lectura es recomendable hoy para comprender al americano, ahora que ha pegado un puñetazo en el tablero global y ha hecho saltar las fichas por los aires. Hay que intentar entender la personalidad de Trump antes de enfrentarse a él, y en esto lleva ventaja Rajoy que reveló el otro día detalles de su encuentro de 2017 en la Casa Blanca: «Trató muy bien a nuestra delegación –dijo Rajoy– porque yo fui uno de los cuatro únicos presidentes europeos que no le insultaron cuando ganó las elecciones». Ese es el código de respetos en el que se mueve Trump, un mundo de lealtades primarias, viejas como el hombre mismo, como los pactos sagrados de los antiguos clanes. Con estas normal tribales se maneja hoy el líder del mundo libre, por eso como siga el desencuentro con Europa vamos a tener que enviar a Mariano de embajador especial a Washington para que quede con Donald, le abrace como un viejo amigo y le diga «¡Viva el vino!», a ver si así se olvida de su última amenaza arancelaria.
Pío Baroja defendía que la historia era una rama de la literatura y lo estamos comprobando con Trump, que es un genero literario en sí mismo, una especie de relato en vivo, una novela naranja que se escribe a medida que se despliega ante los ojos del mundo. «En mi vida no hay ninguna semana típica», asegura Donald Trump en otro pasaje del libro; le ocurría cuando solo era empresario y sigue pasando ahora, que tampoco tenemos un día tranquilo y si no son los aranceles es Zelenski, Groenlandia o el gasto militar; además resulta imposible saber cuál será el próximo paso porque es como ese pariente extraño que viene a comer con la familia y nunca sabes si traerá regalos para los niños o terminará tirando la paella.
José Luis Lapuente dijo el viernes que la DOC Rioja trabaja para minimizar los posibles efectos de los nuevos aranceles, aunque confían en que Trump no consume su amenaza. Otra vez viene bien volver al libro, a un episodio de los primeros capítulos en el que Trump relata cómo se conmovió al conocer la historia de Annabel Hill, una adorable mujercita de Georgia que había quedado viuda y a la que el banco iba a embargar la granja en la que vivía. Trump intentó asumir la deuda y salvar la propiedad, pero el banco le decía que era tarde, así que les amenazó con demandarlos por acosar hasta la muerte al difunto marido de la señora Hill. Al rato le devolvieron la llamada y todo se arregló. Trump cierra esta anécdota con una explicación a modo de moraleja: «A veces conviene cabrearse».
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