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Una de las escenas más reveladoras de estos días se produjo en el concierto de AC/DC de Sevilla. Miles de personas con unas diademas ridículas en la cabeza aguardaban a que empezase la actuación. Cuando por fin salió corriendo por el escenario, Angus Young ... rasgó el aire con los acordes de 'If You Want Blood' y un verso profético voló sobre aquel mar de cabezas en el Estadio de La Cartuja: «It's animal, living in a human zoo!». La gente comenzó a gritar y a saltar, pero lo hacían moviendo esas diademas con dos cuernitos de plástico rojo que se encendían en el atardecer interminable de la noche de Sevilla. A pesar de la potencia eléctrica de la banda, esos miles de cuernitos iluminados revistieron el concierto de un cierto aspecto infantil, como si fuera todo una gigantesca broma absurda de despedida de soltero; las diademas se vendían a veinte euros en las inmediaciones del estadio.
Están siendo días de grandes multitudes en Madrid, Sevilla, Wembley o las taquillas de la Unión Deportiva Logroñés, y esto demuestra que continúa vigente la necesidad ancestral del hombre por sentir que forma parte de algo grande. Pero la modernidad ha reducido mucho los espacios para trascender, que ya prácticamente se limitan a la música y el deporte, circos maravillosos y delirantes en los que las pasiones pueden hacer que haya adultos con pañales o con diademas de plástico en la cabeza. AC/DC tocó el miércoles en Sevilla y, a 500 kilómetros de La Cartuja, Taylor Swift daba su primer concierto en el Bernabéu. Apareció por allí furtiva y centelleante Yolanda Díaz, que entró a todo correr vestida de lentejuelas y quiso esconderse de las cámaras tapada por un par de guardaespaldas; la vicepresidenta tiene un don para condensar lo más significativo de cierta clase política española.
Se sigue analizando el fenómeno de la cantante americana, pero lo que yo he visto en los medios es a la diosa Artemisa bajada desde el Olimpo del pop para convertir el estadio Bernabéu en su nuevo templo sobre el mundo; gracias, Florentino. Es el último episodio de la clásica metamorfosis, la de aquella chica inocente transformada en gran diva universal, y ese viejo truco contiene todo el relato épico que compra el público de nuestro tiempo. Aunque es un producto para las masas hay que agradecerle que traiga luz y alegría a millones de personas en la España de las máquinas del fango. Mientras Taylor comenzaba su concierto, el sol se despedía de Madrid lanzando un beso naranja y quebradizo que fue a posarse sobre la arena de la Plaza de Las Ventas. Allí, rodeado también de multitudes, Morante de la Puebla caminaba entre tinieblas enredado en sus enigmas y trataba de encontrarse consigo mismo.
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