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La infamia de la amnistía se ha solapado con el juramento de la Constitución de la princesa Leonor, y el contraste entre estos dos acontecimientos que han coincidido en el tiempo ha vuelto a certificar que vivimos en esa modernidad líquida que perfiló Zygmunt Bauman: ... todo es cambiante, volátil, incierto y desconcertante. Pero como le dice Jordan a Daisy 'El Gran Gatsby' «la vida vuelve a empezar cuando refresca en otoño», y aquí estamos a comienzos de noviembre, expectantes ante un mundo tenebroso y lleno de contradicciones que nace y muere a cada rato en la España de 2023.
El martes por unas horas adquirimos el aspecto de una nación que se respeta a sí misma. Contemplar el juramento de la Princesa fue como mirar a un país que ya no existe. Ocurre también con la serie 'Friends', que nos lleva a esos años luminosos del cambio de siglo en los que todo era posible y el mundo aún tenía sus esperanzas puestas en el futuro. El espejismo fue muy logrado, resultó cautivador y la Princesa de Asturias juró la Constitución en un acto solemne en el que Puigdemont encarnó el viejo refrán inglés del elefante en la habitación; nadie pronunció su nombre pero su presencia tóxica se sintió a pesar de la trascendencia de los discursos y el brillo de las sonrisas. Unas pocas horas antes se había celebrado la reunión definitiva en Bélgica. Puigdemont y Santos Cerdán charlaban bajo una inmensa fotografía de una de esas urnas-tupper de la consulta ilegal del 1 de octubre. La imagen presidía la sala y coagulaba el aire para satisfacción de Puigdemont que exhibía su placer porque todos los maniáticos cobardes encuentran mucho disfrute en estas demostraciones.
Así se sucedieron los dos actos, dos caras de una moneda que iba dando vueltas en el aire y con esa reunión aún ardiendo en las retinas la Princesa recibió una ovación muy larga, cuatro minutos de aplausos que subían y bajaban por las bancadas del Hemiciclo. Fue todo un reconocimiento al lugar institucional que desde ahora ocupa la heredera a la Corona, pero la ovación arrastraba un eco incómodo, un repiqueteo duro, metálico, porque también era una ráfaga de perdigones que se estaban disparando a la piel invulnerable del Mamut de Waterloo.
El momento es frenético y, como dejó escrito Gramsci, entramos en ese tiempo de sombras en el que nacen los monstruos. En blancos despachos de confortables sillones se consuma hoy un ultraje inédito contra las libertades y los derechos de los españoles mientras la princesa Leonor celebra sus 18 años jurando «guardar y hacer guardar la Constitución»; con lo que le costó a la humanidad que los viejos reyes del mundo aceptaran que la Ley es la misma para todos.
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