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Ocurre en la escena final de 'Sin Perdón' cuando Clint Eastwood entra en la taberna. Resuena indiferente la tormenta, crujen sus pasos sobre la tarima, un trueno rompe la noche y cae sobre el lugar un silencio denso y fúnebre. Entonces, plantado frente a la ... puerta con su escopeta de dos cañones en la mano, Clint Eastwood observa a la multitud y pregunta lentamente: «¿Quién es el dueño de esta pocilga?». A mí me dan ganas de lanzar esa pregunta cada vez que regresa una noticia como la de esta semana. 200 pasajeros que venían en Alvia desde Madrid permanecieron dos horas parados en sus vagones sin luz y sin aire acondicionado. La avería los dejó tirados en las vías en mitad de ninguna parte -es decir, en Plasencia de Jalón- hasta que a medianoche pudieron reemprender en otro tren el camino hasta Logroño. Fue un viaje de nueve horas, nueve horas de vergüenza y de perfecta explicación sobre el estado de las redes de transporte en nuestra comunidad. Algunos viajeros de ese ferrocarril de las desventuras eran pasajeros del vuelo Madrid - Agoncillo que se había cancelado y tuvieron que recurrir al Alvia; para darle a la noticia mayor aire de comedia, esa misma tarde el tren de Logroño a Zaragoza también se quedó parado en Alcanadre y no hubo forma de que volviera a arrancar.
Oscar Puente ha respondido en el Congreso sobre los problemas ferroviarios de España. Su partido lleva gobernando los últimos 6 años pero Puente es un hombre entregado al espectáculo y salió con un viejo chiste: la culpa es de la oposición. Luego despidió al presidente de ADIF y todo en la misma semana en la que el Ministerio lanza una campaña para fomentar el uso del transporte público: consiste en un tipo pintoresco que baila, canta y sonríe mucho: «En transporte público se mueve mi gente. Yo sé que eres inteligente». Esto es lo que pasa en los países que no se toman en serio a sí mismos, que la realidad acaba por adoptar aspecto de parodia.
Hace días Pío García describió en este periódico el estado de las obras de la A-12 con un párrafo de una claridad trágica: «Entre Logroño y Burgos, dos ciudades tristes, sin singularidades ni derechos históricos, hay una autovía que empezaron a construir hace veinticuatro años y que se acaba a medio camino». No es necesario empuñar una recortada, pero ha llegado ya la hora de entornar los ojos con el frío sublevado de Clint Eastwood y formular la pregunta: ¿Quién es el dueño de esta pocilga? ¿Quién manda en este desastre? ¿Quién es el responsable de esta basura de infraestructuras que insultan a los riojanos desde hace décadas? Por el Debate sobre el Estado de la Región que acabamos de vivir no apareció Clint y nadie habló del asunto.
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