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La verbena empieza siempre mucho antes de que suene el primer acorde. Por la mañana los niños juegan sobre el escenario de la plaza, corretean, van y vienen, y esa escandalera feliz de gritos y de saltos retumba como un corazón que vibra por el ... aire sedoso y azul de agosto; esa es la primera música de la verbena, la que hacen los críos con sus pies en la tarima antes de que aparezca por el pueblo el camión de la orquesta. Ahora hay camiones que se abren como 'transformers' y despliegan pantallas gigantes para el show pero, salvo estos avances técnicos, las verbenas no han cambiado; la esencia de su espectáculo se mantiene en este tiempo líquido en el que también el ocio nocturno es distinto: vimos el ocaso de las calles llenas de pubs y el surgimiento de las terrazas, descubrimos el tardeo, los festivales abandonaron el barro y las discotecas estrenaron palcos vips. Y ahí, en medio de esta revolución, resisten igual que siempre las verbenas de verano. La semana pasada Aida Collado entrevistó en este periódico al artista Rodrigo Cuevas que dejó esta reflexión intemporal:
– 'Manual de Romería' se titula su último disco. ¿Cómo es su verano de manual?
– Para mí un verano de manual tiene un poco de crucigrama, un poco de juego de cartas, siestas, ver las estrellas, verbena y hierba. Eso es para mí: nada de viajes ni de horteradas de esas.
Yo suscribo esa respuesta, y creo que dentro del folclore español la verbena popular, la verbena de verano, se merece la corona y debe ocupar ya su trono como emblema de la fiesta nacional: en ella nos reconocemos todos mucho más que en el flamenco o en la tauromaquia que algunos han contaminado de ideología y la utilizan para abonar debates estériles por un puñado de votos. Pero esto es una cosa distinta y ahora a mitad de agosto es cuando el espíritu de la verbena sobrevuela toda España desde Galicia a Canarias, y se siente en los pueblitos de la sierra riojana igual que en las fiestas de nuestras grandes ciudades de voto nacionalista. Cualquier verbena de España es hoy el mismo lugar en cuanto la orquesta toca 'La potra salvaje', 'Yo quiero bailar' o 'La bilirrubina'.
Quizás es porque mi niñez sigue bailando en la plaza, pero yo creo que este un fenómeno único, una expresión de país como un cuadro de Sorolla pintado con estribillos y coreografías grupales. Porque la verbena es un momento germinal que logra que generaciones distintas se mezclen, bailen y borren las jerarquías durante esas horas en las que el pueblo es por fin dueño de su propia alegría. Julio Camba lo escribió sobre la música en Harlem, y yo creo que también sirve para las verbenas en España: «No solo es el mejor modo de expresar las cosas, sino una manera efectiva de crearlas».
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