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Activar la 'Operación Jaula' justo cuando Puigdemont bajaba de un escenario en mitad de Barcelona fue la constatación absoluta de que nos tratan a todos por imbéciles. Puigdemont avisó, vino, hizo su monólogo del Club de la Comedia y después se escabulló como el personajillo ... siniestro y triste que es. Pero conocemos bien al fantoche de los maleteros y nadie podía esperar épica ni heroicidades de este pobre hombre convertido ya en un ejecutor perfecto de patochadas así. Cuando en abril murió su madre, Puigdemont certificó que aún es capaz de ser más miserable de lo que parece posible: ni siquiera entonces regresó para despedirla dignamente sino que siguió la ceremonia por streaming; esto es lo que pasa cuando te sale un hijo cobarde, una pena.
El escritor y cineasta Rodrigo Cortés publicó hace un par de años 'Verbolario', un particular diccionario satírico con más de 2.000 definiciones como esta: 'Política, f: Plató'. Por eso el jueves yo no esperaba valor pero sí algo de espectáculo, alguna performance para despistar como en 'El secreto de Thomas Crown' cuando el elegante ladrón de cuadros que interpreta Pierce Brosnan reparte cientos de bombines entre el público de un museo y logra desconcertar a los vigilantes. Habría sido precioso hacer lo mismo pero con pelucas en lugar de sombreros, un millar de cabezas estrafalarias con ese pelo al estilo Puigdemont, ese pelo apasionado, que anda siempre alborotado por volver. Volvió, pero se escapó de la jaula porque en realidad fue 'Operación Jauja' que suena como a película veraniega para toda la familia, uno de esos estrenos de Santiago Segura que dan el pelotazo y triunfan en las salas para arreglar un poco la taquilla anual del maltrecho cine español. Así se esfumó el prófugo, haciendo una burla general igual que Johnny Depp en la famosa escena de 'Piratas del Caribe': «Siempre recordaréis este día como el día en el que casi capturáis al Capitán Puigdemont».
Yo me consuelo un poco pensando que el Estado no es inútil del todo y que se lo ha dejado marchar para evitar daños mayores, lo que es una falacia gigantesca y peligrosa. Pero quiero creerlo, me digo que habrá sido un juego de equilibrios y de riesgos calculados, una nueva farsa, un encierrillo de toro ensogado con su tensión y sus emociones; es cierto que Puigdemont salió bufando y lanzando cornadas pero volvió a su cajón sin mandar a nadie al hospital porque en realidad estaba sujeto por una cuerda invisible que conecta su destino con el del Gobierno de coalición. Por eso este circo a quien retrata es a Sánchez y al esperpento de la legislatura; asistimos a una ruina que no cesa y en realidad contemplamos la agonía de este sistema político que es el de la Constitución del 78. El juguete ya no sirve. España no se merece esta charlotada interminable.
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