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Italia y España son dos naciones hermanas que siempre estarán conectadas por la Historia y por el espejo del mar, pero nos sigue separando un poco la mirada, una cierta forma de entender la vida. Cuando llegó allí por primera vez, Rafael Azcona se sorprendió ... de la capacidad natural que tenían los italianos para disfrutar en contraste con una España en la que lo que está bien visto es sufrir. Se lo contó una vez en 'El País' a Pep Guardiola:
– En mi casa, mi madre decía: 'Mucho nos estamos riendo, ya lo pagaremos'.
– ¿Y a tu madre quién le dio esa educación?
– España. Me cago en la leche.
Esta semana hemos tenido un partido España-Italia y no sé si hay alguna manera mejor de dar la bienvenida al verano; es el Clásico del Mediterráneo, una celebración doméstica como una pachanga entre primos en la plazuela del pueblo. A pesar de las pequeñas diferencias (España es la épica, Italia, la lírica), somos tan parecidos que en el primer minuto llevó el balón Cucurella, el lateral izquierdo español, y el comentarista pronunció su apellido a la italiana. Una bandera de La Rioja destacaba sobre un fondo impasible y poderosa como un emblema imperial, y así fue avanzando el partido en Gelserkirchen. Por España ya se adentraba el verano en una noche destemplada y de paraguas, y ahí fue cuando comprendimos que el mundo estaba al revés. Marcó Italia para que ganara España con un gol en propia puerta, de repente salió al campo un tal Retegui con la camiseta azzurra y el choque se fue enredando en un barullo candente y apasionado típicamente latino.
Además de las emociones futbolísticas, ahora los dos países también compartimos enredos en materia territorial; Italia se ha marcado otro gol en propia meta al aprobar hace días la 'Autonomía Differenziata' para sus regiones, una propuesta de los conservadores que los partidos de izquierda critican furiosamente porque quiebra el principio de solidaridad. Pero en España el marco ideológico está tan deformado que es la izquierda la que defiende siempre la desigualdad entre comunidades, un sinsentido que se asume con toda normalidad y que acabamos de ver esta semana con la propuesta de una 'singularidad fiscal' para Cataluña; según la teoría de la relatividad general una singularidad es el centro de un agujero negro, y en La Rioja conocemos mejor que nadie lo que supone hacer frontera con territorios que deforman el espacio-tiempo fiscal.
Italia se españoliza en la organización de sus regiones y nosotros nos vamos convirtiendo en esa Italia ingobernable de hace décadas, aunque ahora nos consuela el analgésico del fútbol, dulce bálsamo estival para un país desquiciado.
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