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Están muy caros los alquileres, bien lo sabe Pedro Sánchez que para mantenerse otro mes en la Moncloa ha vuelto a sacrificar todo lo que ... alguna vez le dio sentido al poder: la ética, la moral, la imagen de un liderazgo firme y responsable, el diseño de un proyecto de país. Ahora han sido los 83.000 millones de la deuda de las comunidades autónomas, un dinero imposible de entender, una magnitud tan absurda que he tenido que pedir a la inteligencia artificial que me lo explique y todo lo que ha podido decirme es que, si esa cantidad se apilase en billetes de 500 euros, la columna de dinero alcanzaría una altura de 20 kilómetros sobre la superficie del planeta y llegaría a la estratosfera; no es la altitud espacial a la que ha subido Calleja pero no importa, produce el mismo vértigo irracional, la misma euforia de risa floja y ojos desorbitados. Ese es el precio que se ha puesto sobre la mesa, 83.000 millones de una deuda que ni se condona ni se perdona ni desaparece, se mutualiza y acabaremos pagándola todos los españoles. Es la historia habitual pero hay que andar recordándola porque estos días se han oído discursos muy creativos y casi daba la impresión de que esa deuda se esfumaba.
John Kennet Galbraith dijo que la política económica consiste en elegir siempre entre dos únicas opciones: o lo desastroso o lo desagradable, y en España se ha perfeccionado el arte de escoger siempre lo desastroso presentándolo como estupendo y necesario. María Jesús Montero interpreta bien ese papel porque hoy es una gran defensora de la condonación pero en 2018, cuando era consejera de Hacienda en Andalucía, la quita de la deuda le parecía una idea inaceptable. Es un baile de contradicciones infinito, nos intentan convencer de las bondades de este enésimo chantaje y se convierten en Cantinflas con esa famosa frase que se atribuye al cómico mexicano: «Estamos peor, pero estamos mejor. Porque antes estábamos bien, pero era mentira. No como ahora que estamos mal, pero es verdad».
Hay que pagar el alquiler de Moncloa y por eso se va cumpliendo el guion que se avisó: amnistía, fiscalidad y consulta; la vergüenza es un lujo que este gobierno no es capaz de permitirse. Habrá cupo catalán pero en realidad este asunto señala también hacia la anomalía democrática que se consagra en la Constitución con el cupo vasco y con la foralidad navarra, y ahora otras regiones van a sentir lo que padecemos en La Rioja desde hace 40 años. De momento nos presentan esta trampa de la deuda, una losa que caerá sobre las próximas generaciones en forma de más impuestos o menos servicios públicos. Se castiga al responsable y se premia al insensato; estamos en un agujero y nos dicen que para salir tenemos que seguir cavando.
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