Secciones
Servicios
Destacamos
Yo nunca he llevado un diario, pero cuando esta semana Israel invadió el sur del Líbano y después Irán lanzó cientos de misiles balísticos sobre Tel Aviv pensé en lo que plasmó Kafka en el suyo en la antesala de la Primera Guerra Mundial. Lo ... escribió el 2 de agosto de 1914: «Alemania ha declarado la guerra a Rusia. Por la noche fui a nadar». Recordé esa entrada de su diario porque hoy otra vez la guerra extiende su sombra helada sobre el mundo y yo he hecho como Kafka, olvidarme del asunto y salir a cenar con unos amigos. Pisé una baldosa suelta y me salpiqué hasta la rodilla, y entonces ya las bombas y los muertos se me fueron de la cabeza y seguí andando mientras me limpiaba el vaquero, totalmente indiferente al enésimo fin del mundo que este mes ocurre en Oriente Medio.
Hay un apocalipsis a cada rato y ahora ya no lo anuncia un profeta en la montaña sino que llega con la sintonía del informativo y la voz del presentador al narrar los titulares. Ya sé que se jubiló el año pasado, pero Pedro Piqueras fue el que incorporó en España la figura periodística de pregonero de cataclismos, y él ha sido el mejor soltando la retahíla diaria de catástrofes con el aplomo y la intensidad del camarero que recita de memoria los platos que hay en el menú. Es un estilo distinto al de Luis Carandell que una noche, cuando presentaba el Telediario de fin de semana, empezó el noticiero con el famoso soneto de Lope de Vega: «Desmayarse, atreverse, estar furioso...»; era otra televisión, otro país y otro mundo.
Yo me fui de cena después de ver las imágenes de los misiles y los escombros, salí a la calle oyendo todavía el ruido de las sirenas y sentí pena al pensar en todas las víctimas, pero al rato me quité esas escenas de la cabeza como cuando te retiras el hilo invisible de una telaraña que se te pega en la cara al pasear por un parque. Como explica Harari en 'Sapiens', la guerra nos acompaña desde que estábamos en las cavernas, pero ahora por primera vez en la Historia de nuestra especie se nos ofrece en directo desde la pantalla del móvil. Es triste pero hay que aplicarse cierta anestesia mental porque esta familiaridad con las tragedias es imposible de gestionar.
Ahora sucede otra vez entre Israel y sus vecinos, aunque yo ya lo he visto antes con la Primera Guerra del Golfo, la Guerra de los Balcanes, el Genocidio de Ruanda, la Segunda Guerra del Golfo, la Guerra en Afganistán, la Guerra Civil de Siria y la Guerra de Ucrania. Ha habido más a lo largo de estas décadas, pero esas son las guerras que sonaban con Trompetas del Fin del Mundo; igual un día se cumple la profecía, no lo sé, de momento lo que ha conseguido esta concatenación de hecatombes es que hayamos reformado el viejo aforismo de Nietzsche, porque el abismo nos mira y nosotros bostezamos.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.