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A finales del siglo XIX Kipling se burló del fútbol y de «las almas pequeñas que pueden ser saciadas por los embarrados idiotas que lo juegan». Qué le vamos a hacer, seremos de espíritu inferior pero aquí está la Españita feliz y veraniega esperando que ... den las nueve para sufrir y gozar con el espectáculo sobrenatural que se desencadena en cuanto rueda el balón. Ahora que se politiza cualquier cosa, desde Eurovisión a las olas de calor, la Selección Española de Fútbol no podía quedar fuera de esa dimensión chiflada. Este domingo se llenarán las plazas y los polideportivos con pantallas gigantes, también en Cataluña, Navarra y el País Vasco, porque se ha producido lo de 'El Gatopardo', una «sorda agitación en el pueblo» que es difícil de ignorar por los políticos por mucho que a unos cuantos les fastidie. Hace días a Otegi le dijeron que cada vez hay más niños vascos con camisetas de España, y Arnaldo respondió: «Yo no veo muchas, ¿eh?»; la política es la comedia más larga del mundo.
Vibra esa electricidad en el ambiente y por eso todo el mundo ha entrado en el juego de una u otra manera: 'L'Equipe' publicó una portada con la frase en castellano 'No Pasarán' (al final, pasamos), mientras nuestros gobernantes hacen conexiones lamentables entre el fútbol y la inmigración, los menas, la ultraderecha, Le Pen o el Brexit. Son frases como de alumno de primero de la ESO, y el mejor ejemplo lo volvió a ofrecer Irene Montero, que tuvo que borrar un mensaje sobre los goleadores 'racializados' de España porque la eurodiputada no sabía ni quién había marcado.
La final va a ser un parpadeo, un fogonazo, el rayo que rompa la tensión del aire de la tormenta que es donde estamos ahora. Vuelan los memes sobre Blas de Lezo, la Leyenda Negra y lo de Gibraltar, español, porque esta es la olla a presión en la que anda el personal dando voces y ondeando las banderas. Lo que hay que hacer es relajarse y disfrutar del gallinero aunque uno sepa que esta atmósfera es una golosina demasiado apetitosa para que nuestros representantes la dejen pasar.
Por eso fue Pedro Sánchez hasta Stuttgart a ver el partido de España contra Alemania. Aprovechó para dar una entrevista en el descanso, una conversación ligera, todo sonrisas y tópicos deportivos. Duró 93 segundos y fue la intervención con mayor audiencia potencial de las que ha dispuesto últimamente el presidente. Se despidió diciendo «¡que ganemos!». Se refería a la Selección Española.
Lo de este domingo es una emoción de país, y a mí me gusta pensar que estos estados de ánimo colectivos son sucesos de otro tiempo, acontecimientos extraños en esta era del globalismo; el mundo avanza hacia la estandarización y es revelador comprobar cómo perviven estas cosas, naciones que de golpe recuerdan que lo son y sacan banderas a la ventana para dar salida a un sentimiento dormido que emerge de vez en cuando y explota como el chorro de las ballenas cuando salen a la superficie a respirar.
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