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Ha sido un doble salto con tirabuzón, el truco de un acróbata que de golpe cae de pie y aterriza en dos sitos en los que no había aparecido nunca: el escaño y las noticias. Alvise y sus ardillas han irrumpido a la vez en ... el Parlamento Europeo y en los medios de comunicación tradicionales porque toda su campaña ha discurrido por Telegram y Tik Tok y, como no ha pisado los platós ni las redacciones, ahora millones de españoles empiezan a enterarse del perfil del personaje y su discurso populista. Ahí está de repente Alvise, un extraño en el medio del salón gritando ¡¡¡HOLA HOLA!! como Pepe Domingo Castaño, y sentadito en el sofá le sonríe Pedro Sánchez, el único que pronunciaba su nombre en los mítines. El miércoles lo volvió a nombrar en el Congreso de los Diputados para cumplir la profecía de Antonio Escohotado: siempre que la izquierda lo necesita, encuentra un fantasma de Canterville y construye su 'reflejo especular' contra el que luchar teatralmente, dividir al oponente y activar a sus votantes. Alvise representa su manfestación última y pintoresca, pero el populismo lleva tiempo marcando el signo de la política española. Vivimos de truco en truco en una manipulación permanente que se articula en forma de cartas a la ciudadanía, polarización, engaños y maniobras sobre todos los poderes del Estado mientras Sánchez, como Yago en 'Otelo', nos dice 'Yo no soy el que soy'.
Aunque son fenómenos distintos, Alvise remite a Ruiz-Mateos del que yo recuerdo sólo un par de cosas: sus payasadas en la puerta del juzgado disfrazado de Superman y el puñetazo a Boyer. Pero España siempre ha sido una fértil productora de personajes así, figuras fronterizas que desfilan con naturalidad de top models entre el mundo del espectáculo, el de la política y la cárcel. El domingo compareció Alvise y me recordó a Manuel Manquiña en la comedia 'Atilano, presidente'. La película narra las peripecias de Atilano, un estafador de poca monta que se ve inmerso en un plan para llegar hasta la presidencia del Gobierno. En un mitin, Atilano deja esta joya intelectual: «Contra el desempleo no hay nada como una guerra. Es trabajo temporal, es cierto, ¡pero es trabajo!». El discurso de Alvise en la noche del domingo fue una filigrana así, uno de esos momentos excepcionales en los que la realidad y la ficción se funden para que aparezca el esperpento rompiendo la cuarta pared. «Es igual que Antonio Recio», decía admirada la gente en redes sociales. Al comienzo de 'Atilano, presidente', el personaje de Ramón Barea le explica la situación a Manquiña:
–Se trata de timar a todo un país
–Eso no debe de ser tan fácil –responde Atilano.
–Más de lo que parece.
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