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Está en la marquesina frente al edifico del Banco de España. «1492. Ni genocidas, ni esclavistas: Fueron héroes y santos». Junto al eslogan aparece una estatua de Pedro Menéndez de Avilés que fue militar, conquistador, adelantado, gobernador de Cuba y fundador de San Agustín en ... Florida, la primera ciudad que erigieron los europeos en el territorio continental de América. Hacía sol en Logroño, pasé y miré el cartel mientras de fondo ondeaba indiferente la bandera de España. Ayer fue 12 de octubre y esa campaña reivindica la gesta de los conquistadores para responder a la polémica anual de los que encienden la opinión pública con la matraca perversa del 'Nada que celebrar'. Pero España es una nación que existe para el conflicto y cinco siglos después seguimos enredados en nuestras obsesiones como Laoconte con las serpientes. No hay manera, hay que asumir que somos así y que nunca vamos a poder conmemorar tranquilos y con la dimensión que merece el viaje que lo cambió todo, la aventura que condujo al mundo hacia la Modernidad y ensanchó los mapas de lo posible.
Nos peleamos por todo. Me lo dijo un día Marcelino Izquierdo, que hablaba ya arrebatado porque se apasiona mucho cuando explica lo que conoce tan bien: «Mira Carlos, no hay otro país en el mundo que haya tenido cuatro guerras civiles en un siglo: las tres Guerras Carlistas y la Guerra Civil. ¡Cuatro! ¡Cuatro en cien años!». Marcelino aplicó rigor de investigador a la percepción de un sentimiento que expresó Goya con su 'Duelo a garrotazos'. Es un cliché, pero es cierto: vivimos en un país desquiciado –invertebrado como dijo Ortega con acierto– que forja incansablemente una violencia profunda y que aflora hoy de otras maneras. Nos sirve cualquier excusa – que sea 12 de octubre o que Rafa Nadal anuncie su retirada– para volver a ver cómo se abre la herida que parte el país por la mitad.
Los mayores enemigos de España siempre han salido de dentro, somos una nación peculiar que lucha contra sí misma como un toro que no puede dejar de embestir su propia sombra. Aquí levantamos estatuas a nuestros enemigos (ahí está Bolívar en el Parque del Oeste de Madrid), por eso estos días hay que contemplar la vida como una comedia: este año la presidenta de México insistía en su reclamación de disculpas mientras designaba al nuevo comandante de la Guardia Nacional, un general que se llama Hernán Cortés. Es todo una gran parodia: la polémica sectaria, el cartel en la marquesina junto al puesto de castañas que chisporroteaban sobre el fuego y parecían bailar al ritmo del acordeón que sonaba justo al lado. El hombre, un músico callejero nacido en otro país, tocaba la melodía risueña del pasodoble 'Que viva España'.
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