La proclamación de Carlos III como Rey tendrá lugar este sábado, con lo que el nuevo monarca empezará a actuar en calidad de jefe de Estado ante la mirada expectante y también escéptica de millones de británicos que en los próximos días continuarán participando en ... la liturgia de despedida de Isabel II. El nuevo soberano será coronado a la edad de 73 años, después de que no pocos de sus conciudadanos esperasen que declinara a favor de su hijo, el príncipe Guillermo. Las preceptivas visitas oficiales que Carlos III deberá realizar a Irlanda del Norte, Gales y Escocia para dar inicio a su reinado permitirán testar el punto de partida de su cercanía a la población y de su complicidad con los responsables institucionales. Carlos III no podrá actuar como si continuase siendo el Príncipe de Gales. Deberá atender en todo momento a las funciones desempeñadas por su madre, renunciando a exteriorizar sus pareceres y asumiendo como propias las políticas que impulse el Gobierno de turno del Reino Unido. Nadie puede ser más consciente que él mismo de la tarea a la que se enfrenta. Tanto para obtener la confianza ciudadana dentro del Reino Unido y sus cuatro países, como para preservar señas de identidad comunes en la Commonwealth actualizadas según los nuevos intereses de poblaciones geográficamente tan distantes entre sí.
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El encuentro de Carlos III con la nueva 'premier' Liz Truss en el palacio de Buckingham dio inicio este viernes a sus obligaciones institucionales. El discurso transmitido por televisión le ha situado como Rey ante los ciudadanos y la opinión pública internacional. Una alocución en la que quiso combinar la rendición de honores a la reina que ha estado en primera fila del devenir de los británicos en las últimas siete décadas con manifestaciones de cariño propias de quien ha sido su hijo y con la voluntad de enlazar el sentido del deber y del compromiso constitucional de Isabel II con el suyo propio, en tanto legatario de una institución de tan larga tradición. El heredero de Isabel II no tiene margen para errores. Especialmente porque accede al trono en una situación comprometida para Reino Unido. No solo por el inminente riesgo de que entre en recesión, sino por las señales de hastío y desconfianza de su población hacia las instituciones de gobierno. Carlos III tiene el deber y la oportunidad de serenar los ánimos y aportar esperanza gracias, precisamente, a los sentimientos que han aflorado en favor de la Corona a raíz del reconocimiento generalizado a su madre tras su muerte.
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